No estuvieron presentes ni el rey Alfonso XIII, ni sus, en otro tiempo, admiradores, amigos y vecinos en Madrid: Azorín, Pío Baroja, Valle-Inclán y Ramiro de Maeztu, miembros de la Generación del 98.
Macho, escultor novel, se ofreció enseguida a trabajar gratis, integrado también en la junta promotora (con los Hermanos Quintero, José Francés, Emiliano Ramírez Ángel, Edmundo González Blanco y el poeta Marciano Zurita).
Observación que el escritor, ya ciego, hacía tras explorar la escultura con "sus manos largas y huesudas".
[7] Juntos acudieron, nerviosos, emocionados y tímidos, el día de la inauguración, en un coche dispuesto por el Ayuntamiento.
Y allí quedó, como una "pequeña montaña de sal abandonada en un jardín".