No le gustó a José María Pereda, escritor y amigo del autor, que lo calificó de «“el más endiabladamente apasionado contra cosas y sentimientos” queridos por la parte “sana” del pueblo español».
¡Que las sectas y el imperio de los malos puedan derribarse con oraciones!
Bonito papel habría hecho San Fernando si en vez de arremeter espada en mano contra los moros, se hubiera puesto a rezar esperando vencerlos con rosarios.
En el cielo hay un lugar placentero destinado a los valientes que han sucumbido peleando por Dios.
—Tengo treinta y dos años —repuso con brío la de Aransis, sin dignarse mirar a su contrincante.