Incluye asimismo capítulos netamente teatrales,[2] e introduce el mundo onírico como recurso narrativo.
Este castigo, impuesto por “La Madre”, le permitirá ver la cruda realidad de un mundo que desconocía.
En ella, el autor introduce elementos fantásticos,[3] alejándose de los tradicionales cánones realistas, lo cual ocasionó cierto descontento entre la crítica y sus lectores.
Muchos de ellos sostienen que, una obra con tantos elementos fantásticos no puede incluirse dentro del incuestionable realismo galdosiano.
8-10), donde continúa “con sus tendencias, sus amores, sus odios, sus pasiones, pero, eso sí, desarrollándolos con mucha más libertad, sin miramientos, sin preocupaciones por dar o no gusto a sus lectores” (Ontañón, 2000, p. 8).
[11] Con respecto a obras anteriores, la crítica hacia las instituciones y los personajes españoles se presenta con mayor libertad.
I-IV), sobre todo, a la gloria de una nobleza ya olvidada, reemplazada por el beneficio de las riquezas, ya que “la nobleza acaba por justificarse sólo por la riqueza; una y otra vienen a ser la misma cosa” (Montesinos, 1968, p. 257).
En su peregrinación, Tarsis-Gil observará la cruda realidad de una sociedad rural caciquista:“Porque aquí decimos que hay leyes, y mentamos la Constitución cuando nos vemos pisoteados por la autoridad.
Nombrar esas cosas es como si cuando te estás ahogando en un río pidieras botas de montar.
Don Quijote busca exaltar la figura de Dulcinea, y Gil formar una familia con Pascuala.