[2] Nunca tenemos su punto de vista, ya que no habla ni aparece "en persona" en la novela, sin embargo, su presencia se menciona tantas veces en la obra y se le cita tanto, que puede ser considerada como un personaje más.
Cervantes lo cuenta así: «Se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le [en algunas ediciones, "se"] dio cuenta de ello.»[4] «Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, decide a llamarla 'Dulcinea del Toboso' porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico, peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.»[4] Es decir, mientras Aldonza Lorenzo es un personaje real dentro del mundo ficticio de la novela, Dulcinea del Toboso es una mujer imaginaria nacida de las lecturas y obsesiones del protagonista, solo vagamente basada en la mujer «histórica».
El escritor la presenta siempre en un entorno humorístico, irónico, casi cruel, con frases como «dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda La Mancha».
[5] Nada más contrapuesto a la Dulcinea idealizada, que don Quijote imagina como una joven «virtuosa, emperatriz de La Mancha, de sin par y sin igual belleza».
En la Segunda Parte de la obra, Dulcinea continúa centrando parte de la acción, y don Quijote, prototipo ya del héroe desafortunado (antihéroe), sigue empeñado en encontrarla.