Sancho Panza

[1]​ Junto a un don Quijote «siempre patético» que vive en un mundo irreal y que prescinde de los resultados de sus acciones, el escritor da cuerpo literario, pero casi vivo, a un individuo que «no sabe diferenciar lo real de lo irreal» aunque en todo momento permanecerá atento al binomio éxito/fracaso.

Tras ser armado caballero en una ridícula y patética ceremonia en una venta, y siguiendo la costumbre y tradición que recomienda que todo caballero andante tenga un escudero, don Quijote, elige para tal cometido a Sancho Panza, «un labrador vecino suyo, hombre de bien... pero de muy poca sal en la mollera» (libro I, capítulo VII).

[1]​ El crítico Joaquín Casalduero en el breve prólogo de su edición del libro describe la relación de don Quijote y Sancho como vivencia de tú a tú, el idealismo del uno (del antihéroe absurdo pero entrañable) cabalgará junto a la humana y esencial ambición del otro (explicando la ambición como «impulso de la Historia» y personificándola en un Sancho sin fuerza espiritual ni física y, por tanto «incapacitado para realizarla»).

Refranes tópicos y populares, aunque caídos en desuso, como «Donde una puerta se cierra otra se abre», «No con quien naces, sino con quien paces», «De noche todos los gatos son pardos», «Ándeme yo caliente, ríase la gente», «Cuando a Roma fueres, haz como vieres», etc.[11]​ A tantos refranes recurría Sancho, que don Quijote terminó por decirle:

Estáme reprehendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos.

Encuentro de Sancho Panza con el Rucio , cuadro de José Moreno Carbonero (c. 1894), Museo del Prado .
Sancho Panza en la Ínsula Barataria
Sancho Panza esculpido en 1930 por Coullaut , en el monumento de la Plaza de España (Madrid)