Una consciencia literaria en lengua vulgar apareció en la literatura monacal gracias a la base que daba la poesía épica en latín, como por ejemplo en las dos grandes épicas bíblicas del siglo IX, el Heliand, escrito en verso aliterativo en antiguo sajón, y el Evangelienbuch de Otfrid von Weißenburg, con la nueva y prometedora rima al final del verso.
El autor se había trasladado desde el bajo Rin hasta la corte del conde de Turingia y terminó allí hacia 1185 la obra.
Otro autor notable del siglo XVI fue Johann Fischart (1546-1590), originario de Estrasburgo, cuya obra más conocida es el Affentheurlich Naupengeheurliche Geschichtklitterung.
Lírica religiosa escribieron Friedrich Spee von Langenfeld (1591-1635), Paul Gerhardt (1607-1676), Johann Rist (1607-1667), Angelus Silesius (1624-1677) y el místico Jakob Böhme (1575-1624).
Entre los poetas más mundanos son especialmente interesantes los sonetos de Andreas Gryphius (1616-1664), así como Christian Hofmann von Hofmannswaldau (1617-1679).
En este último género destaca sobre todo Hans Jakob Christoffel von Grimmelshausen (hacia 1625-1676) con su Simplicissimus, además de las Simplicianischen Schriften.
Sus textos teóricos indicaron la dirección a seguir, sobre todo su Versuch einer critischen Dichtkunst (Ensayo sobre una literatura crítica, 1730), su obra literaria en cambio es de segundo orden.
Una reacción juvenil a la Ilustración, que era vista como limitadora y falta de sentimientos, fue el corto periodo del Sturm und Drang.
Johann Wolfgang von Goethe muestra en la novela epistolar Las cuitas del joven Werther un hombre que muere debido al exceso de sentimiento y a un amor desgraciado.
El movimiento Sturm und Drang no duró mucho tiempo, ya que la mayoría de sus protagonistas continuaron desarrollándose en otras direcciones.
Ambos autores, tras la fase del Sturm und Drang, se orientaron hacia ideales humanistas, en parte bajo el empleo clasicista de temas y modelos antiguos.
En prosa se deben mencionar a Annette von Droste-Hülshoff (1797-1848) (Die Judenbuche,«El haya de los judíos»), Adalbert Stifter (1805-1868), Jeremias Gotthelf (1797-1854) y el cuentista Wilhelm Hauff (1802-1827).
Entre los dramaturgos que pertenecen más o menos al Biedermeier figurann Franz Grillparzer (1791-1872), Johann Nepomuk Nestroy (1801-1862) y Ferdinand Raimund (1790-1836).
En Austria se encuentran temas rurales en Marie von Ebner-Eschenbach (1830-1916), Ludwig Anzengruber (1839-1889) y, ya a finales del movimiento, Peter Rosegger (1843-1918).
Sin tener en cuenta las fronteras tradicionales del llamado buen gusto, ni la sensibilidad artística burguesa, debía expresarse la verdad a partes iguales entre la realidad y la reproducción.
La corriente literaria comenzó a finales del siglo XIX con los simbolistas franceses, con poetas como Stéphane Mallarmé, Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud.
Los representantes más importantes del Simbolismo alemán fueron Stefan George (1868-1933), Hugo von Hofmannsthal (1874-1929) y Rainer Maria Rilke (1875-1926).
En paralelo a estas corrientes enfocadas programáticamente contra la tradición, aparecieron obras de prosa que retomaban las formas tradicionales y las perfeccionaron; se debe nombrar a Rainer Maria Rilke con su novela Die Aufzeichnungen des Malte Laurids Brigge (1910; Los cuadernos de Malte Laurids Brigge), Heinrich Mann (1871-1950) (cuya primera época puede considerarse precursora del Expresionismo), Thomas Mann (1875-1955) (con grandes novelas artificiosas y relatos transidos por un tema), Hermann Broch (1886-1951), Robert Musil (1880-1942), Franz Kafka (1883-1924) y Hermann Hesse (1877-1962).
Estas corrientes sufrieron en Alemania una interrupción a causa de la llegada al poder del nazismo, en Europa por la Segunda Guerra Mundial, y en cierta medida incluso un fin obligado por circunstancias externas.
Tras el Expresionismo llegó cada vez más una actitud realista y sobria, que suele denominarse Neue Sachlichkeit, Nueva Objetividad.
Algunos autores permanecieron en el país, aunque fueran opositores a los nazis, formando parte de la llamada Innere Emigration, la «emigración interna».
Nombres conocidos que se quedaron en el país fueron Gottfried Benn, Ernst Jünger, Erich Kästner, Ehm Welk, Gerhart Hauptmann, Heimito von Doderer, Wolfgang Koeppen, Josef Weinheber, Mirko Jelusich, Franz Koch y Robert Hohlbaum.
Tras la aparición del Milagro Económico Alemán la literatura se concentró en el presente, novelas de Wolfgang Koeppen (1906-1996), Siegfried Lenz (1926-2014), Christine Brückner (1921-1996) y Martin Walser (1927) tratan el tema.
Autores que se dejan clasificar con dificultad son Uwe Johnson (1934-1984), Ror Wolf (1932), influenciado por el Nouveau roman, y Arno Schmidt (1914-1979), amigo de hacer experimentos.
Sin embargo, la censura llevó al absurdo la democratización, ya que el estado intentaba instumentalizar la literatura para sus fines, el del socialismo real.
Muchos autores tuvieron que o pudieron abandonar la RDA, como Wolf Biermann (1936), Sarah Kirsch (1935) y antes Uwe Johnson (1934-1984).
Autores importantes fueron entre otros: Christa Wolf (1929-2012), Heiner Müller (1929-1995), Irmtraud Morgner (1933-1990), Stephan Hermlin (1915-1997), Stefan Heym (1913-2001), Jurek Becker (1937-1997).
La afinidad por el juego de palabras es una constante en la literatura austriaca, a la que pertenecen conocidos autores como Ernst Jandl (1925-2000) y Franzobel (1967).
En esa tradición trabajaron también contemporáneos importantes como por ejemplo Norbert Gstrein, Elfriede Jelinek (1946), O. P. Zier, Sabine Gruber y Ruth Aspöck.
De la literatura pop hay que mencionar entre otros a Christian Kracht (Faserland), Benjamin von Stuckrad-Barre (Soloalbum) y Rainald Goetz (Irre).