Prisionero tras la batalla, fue llevado a Buenos Aires donde obtuvo el permiso de salir del país y regresó al Perú.
Entregó el poder a su sucesor José Rufino Echenique (1851) tras cumplir su mandato, hecho inédito hasta ese momento.
Finalmente, derrotó a Echenique en batalla de La Palma (1854) y asumió nuevamente el gobierno como presidente provisorio.
Falleció durante su marcha por el desierto de Tiliviche (1867); la revolución que inició derrocaría a Prado meses después.
Mientras que su abuelo materno, el genovés Giovanni Batistta Marchese (quien castellanizó su nombre a Juan Bautista Marquesado) fue coronel del Ejército Realista de España.
Durante su niñez, ayudó como leñador a su padre, e hizo viajes al desierto para recoger ramas secas de algarrobos.
[4] De vuelta a Lima, Castilla censuró la política seguida por el presidente Gamarra y fue involucrado en la conspiración del diputado Iguaín.
[20][21] Santa Cruz, recelando de sus intenciones, ordenó su apresamiento, pero Castilla logró escapar, embarcándose en Arica con rumbo al Callao.
[30] Castilla se mostró contrario a la alianza de Gamarra con el boliviano José Ballivián, entonces desterrado en Perú.
A partir de entonces, este importante instrumento financiero del Estado estuvo presente en las discusiones parlamentarias.
[46] Al principio, el Estado entregó estos yacimientos en arriendo a particulares, quienes obtuvieron grandes ganancias.
[48] La firma consignataria que durante muchos años ejerció el monopolio en este negocio fue la Casa Gibbs, inglesa.
[49] El Estado recibió así sumas cuantiosas, con los que quedó holgada la caja fiscal, empleándose preferentemente para la defensa nacional y para pagar las deudas externa e interna.
Fue una época de bonanza económica para el Estado, que se prolongó hasta 1870 y fue conocida como la Era del Guano.
No obstante, desde el principio se señalaron algunos vicios y defectos en este sistema de venta del guano.
[50][47] Cuando Castilla llegó al poder, el Perú tenía una cuantiosa deuda interna e externa que resolvió pagar con las rentas del guano.
[53] Este pago masivo de la deuda externa fue una buena medida, pues así se cimentaba la confianza internacional en el país.
Por ello hizo las siguientes obras: Como prueba del poderío naval que entonces tenía el Perú, sucedió un hecho significativo: unos ciudadanos peruanos que enviaban buques mercantes a California, en plena fiebre del oro, pidieron protección a Castilla.
[80] Se produjeron así interesantes debates entre conservadores y liberales, sobre diversos temas, como el sufragio de los indios.
[81] En 1849, fueron elegidos diputados Bartolomé Herrera y Pedro Gálvez, quienes llevaron a la tribuna parlamentaria las discusiones ideológicas realizadas hasta entonces desde la cátedra.
Al día siguiente se desató la violencia y pánico en Lima, donde fueron asaltadas las casas de los «consolidados».
[112] Pero la primera y más importante medida que tomó el gobierno fue convocar a elecciones para la reunión de una Convención Nacional o Congreso, cuyo fin sería reformar la Constitución.
[127] Hubo batallones enteros, como el llamado Columnas Inmortales, que no se rindieron y fueron aniquilados.
La Convención, disuelta en noviembre de 1857, no fue nuevamente convocada e incluso fueron enviados al destierro los principales líderes liberales.
Este Reglamento estructuró adecuadamente el sistema educativo, disponiendo que la instrucción pública tuviera tres grados: la popular, la media y la superior.
[142] El Colegio Guadalupe fue incorporado en este plan, y dejó de proporcionar educación superior, para concentrarse solo en la instrucción secundaria, como hasta hoy viene haciéndolo.
Castilla se mostró interesado por el desarrollo de la Amazonía peruana, continuando así la política que iniciara en su primer gobierno.
Patriota a carta cabal, su amor al Perú no solo fue de «palanganada» (fanfarronada), sino que lo demostró en la práctica con creces, como militar y gobernante.
La primera fue totalmente destruida por la barbarie chilena durante la guerra del Pacífico, mientras que la segunda sobrevive hasta la actualidad, después de su ejemplar restauración realizada entre 2004 y 2013.
En 1967, al celebrarse el centenario de la muerte de Castilla, se eligió a la plaza Unión (situada en el cruce formado por las Avenidas Alfonso Ugarte, Argentina y Emancipación) como lugar donde debía erigirse la estatua ecuestre del Gran Mariscal, cuya ejecución se encargó al escultor pisqueño José Luis Peña y Peña.