En 1854, ya con el grado de capitán de infantería, apoyó a la revolución encabezada nuevamente por Castilla, esta vez contra el gobierno del general José Rufino Echenique.
Se ganó la confianza de Castilla, quien, ya como presidente, lo dejó en Lima al frente del único batallón que guarnecía la ciudad, antes de marchar a Arequipa para combatir la revolución del general Vivanco (1856).
Por entonces sesionaba en la capital peruana la Convención Nacional (Congreso Constituyente), donde se daba una tensa disputa entre la mayoría liberal y la minoría conservadora partidaria de Castilla.
Cuando estalló la Guerra del Pacífico en 1879, aún se hallaba en servicio activo y era comandante del batallón Ica, acuartelado en el antiguo local de la Inquisición (cerca de la actual Plaza Bolívar).
Colaboró luego en la defensa de Lima, amenazada por el avance del ejército chileno.