Culminado sus estudios, ayudó por algún tiempo a sus padres en las labores de su Hacienda Catudén.
En 1852 fue nombrado director del mismo en reemplazo de su hermano Pedro Gálvez e imprimió una acentuada tendencia liberal en los estudios, contrastando con la orientación conservadora seguida en el convictorio carolino.
Dejó la docencia para incorporarse a la revolución iniciada por el general Ramón Castilla, en Arequipa, y contribuyó a decidir la abolición del tributo de los indígenas y la emancipación de los esclavos (1854), por las cuales había abogado teóricamente en sus clases.
Gálvez formó también parte de la Comisión Codificadora del Código Penal en 1857.
Fracasado el intento, tuvo que asilarse en la legación de Chile en Lima y salir al destierro, rumbo a Europa.
Retornó al Perú y se unió en Chincha a la revolución encabezada por el coronel Mariano Ignacio Prado, a quien solicitó que se le permitiera combatir.
Fue aceptada su solicitud y se le otorgó el grado de coronel.
José Gálvez Egúsquiza con razón puede ser considerado el más grande héroe civil del Perú, comparable en dimensión a Miguel Grau y a Francisco Bolognesi (marino y soldado, respectivamente).
Originalmente el diseño debía llevar el busto de Gálvez en su cúspide, pero luego se acordó reemplazarlo por la estatua de la Victoria, pues se consideró que el monumento debería tributar homenaje a todos los defensores del Callao y no solo a un individuo en particular.
[3] El viajero alemán Ernest W. Middendorf a fines del siglo XIX describe así este monumento: