Las Bruscas

[2]​ El camino hacia el sur pasaba por los actuales partidos de Quilmes y Ensenada y al sur de la localidad, a la altura del arroyo Santiago se bifurcaba.

No obstante, la frontera era permeable y algunos estancieros dedicados a la cría extensiva de ganado vacuno se aventuraron poco a poco más allá del río.

[13]​ Allí, en tierras de Ramos Mejía, fundó más en los papeles que en los hechos la Guardia Kakel Huincul.

Sin embargo la oposición de algunos estancieros, especialmente Francisco Ramos Mejía, dificultó la concreción del proyecto.

En su intento de controlar la ciudad y avanzar posteriormente sobre la Provincia de Santa Fe, Bulnes liberó a los prisioneros realistas confinados en su territorio y los sumó a su ejército.

Para 1818 ya se encontraban allí más de 1000 prisioneros que sufrirían terribles penalidades.

[36]​ En Las Dos Talas (a 3 leguas de Las Bruscas) había una estancia, una pulpería y «tres cobertizos ocupados por treinta y ocho oficiales Españoles hechos prisioneros de guerra en Montevideo, en el año 1814» que cumplían trabajos en el lugar, contando con guardia permanente.

En otros casos, el trabajo forzado era dispuesto como represalia y quienes lo sufrían eran enviados encadenados a la ciudad.

Las tropas utilizadas en Las Bruscas y en Kakel Huinkul consistieron fundamentalmente en Blandengues.

Estos eran milicianos que custodiaban las fronteras con el indio desde los tiempos virreinales.

Estas tropas operaron fundamentalmente en Tordillo, Tandil, Bahía Blanca y Carmen de Patagones.

[42]​ En Las Bruscas no tuvieron buen desempeño para el control de los prisioneros.

[43]​ El uso de estas tropas lo resaltan los realistas en El Censor, periódico político y literario, en un párrafo antes citado: «se les azota con la mayor inhumanidad por mano de un negro».

La rodeaban por kilómetros innumerables lagunas y bañados que mutaban con las lluvias.

El río Salado se encontraba a solo cinco leguas, menos de 30 km,[44]​ pero se requería de baqueanos para cruzarlo, y difícilmente podían contar con alguno, gauchos en su mayoría.

De Buenos Aires tentaban el paso vía Colonia a Montevideo, ocupada entonces por los portugueses.

Allí recibían del cabildo un vale que les permitía ser alojados por ocho días gratuitamente por algún vecino, tras lo cual debían procurarse sustento.

El castigo por intentar fugarse consistía muchas veces en ser cargado de cadenas y enviado a cumplir trabajos forzados en Buenos Aires u otras ciudades.

[48]​ En ocasiones, de tener éxito la fuga, se aplicaban castigos similares a sus compañeros: «Cuando algún realista se fugaba, cinco de los prisioneros eran sorteados y enviados a Buenos Aires, acollarados y engrillados, para trabajar en las calles o en obras públicas».

El levantamiento, planeado por el capitán Gregorio Carretero[50]​ y puesto en marcha el 8 de febrero, preveía detener (o matar según se afirmó) al teniente gobernador Vicente Dupuy y a Bernardo Monteagudo,[51]​ copar la guarnición de San Luis, el pueblo y luego unirse a los montoneros en Córdoba o repasar la cordillera para unirse a las partidas realistas del sur de Chile.

Se distinguieron en la resistencia Juan Pascual Pringles y el entonces oficial de milicias Facundo Quiroga.

El proceso sumario conducido por Monteagudo finalizó con la ejecución de otras ocho personas.

Ya los detenidos en las Bruscas iban a ser inmolados al furor revolucionario cuando llegaron las citadas órdenes.

Las fuerzas destacadas en la frontera con el indio se redujeron al mínimo.

Aprovechando las disensiones de las provincias del litoral, el nuevo gobernador de Buenos Aires y futuro líder federal, coronel Manuel Dorrego, salió a campaña para enfrentar a López.

Con las pocas fuerzas que conservaba marchó sobre Las Bruscas donde «puso en libertad los chilenos prisioneros en San Nicolás que estaban encerrados quienes consintieron alistarse en sus filas bajo la solemne promesa de ser restituidos a su libertad tan luego como la capital cayera en sus manos».

Ante la indignación pública por los malones, el gobernador Martín Rodríguez decidió responder pero como tanto Carrera como los ranqueles eran difíciles de alcanzar rápidamente, tras una infructuosa entrada hacia Tandil al regresar atacó a los indios que vivían pacíficamente al sur del Salado en la estancia de Miraflores, de Francisco Ramos Mejía, de las tribus de Ancafilú, Pichiman, Antonio Grande y Landao con el pretexto de que desde allí planificaban las invasiones:[13]​«No produjo ésta mayores resultados, si no al contrario más disposición en los indios para hacernos la guerra y no poca por haber traído preso en el mismo ejército a Don Francisco Ramos Mejía con toda la tribu de indios pacíficos que tenían sus tolderías en su estancia Miraflores».

Sólo está guarnecido por cuarenta campesinos mal armados algunos de los cuales son chilenos que sirven con disgusto.

[59]​ El plan de Álzaga preveía llevar en los buques armas para los setecientos hombres, lo que ya armados serían desembarcados en Maldonado.

Otros planes fueron coincidentes en apoyarse en los soldados prisioneros y los establecidos en la Banda Oriental o en el Matto Groso, así como con menor grado de razonabilidad en la supuesta lealtad profunda a la monarquía de los pueblos indígenas o el descontento del pueblo con la revolución por la inestabilidad permanente.

Frontera entre el territorio gobernado por las autoridades virreinales, y el territorio de los pueblos originarios .
Francisco Ramos Mejía.
Cacique ranquel.
Las Provincias Unidas en 1816.
Juan Martín de Pueyrredón.
El centro de detención de Las Bruscas en 1819.
Guillermo Miller, visitante de Las Bruscas en octubre de 1817.
Boleadoras.
Rancho de adobe.
Región pampeana.
Gauchos a fines del siglo XIX —con la indumentaria típica usada antes de 1853—.
Bernardo Monteagudo.
José de San Martín.
El malón por Mauricio Rugendas .