Tenían quintas propias y solían asistir a eventos sociales.
El teniente coronel Morla, incluso vivía en la casa de Dupuy y era amigo personal.
Mientras Dupuy era detenido por los prisioneros encabezados por Carretero,[1] el comandante de milicias José Antonio Becerra organizó rápidamente partidas armadas del pueblo que asaltaron y recuperaron la comandancia.
Las represalias fueron injustificables más allá del riesgo cierto que representaba el levantamiento para la revolución y de los numerosos antecedentes de actos similares cometidos por los realistas en el Alto Perú y en Chile y de los que se cometerían a futuro, especialmente por Benavides.
A resultas del proceso sumario conducido por Monteagudo fueron ejecutados otros ocho partícipes.