Faustino Ansay

En 1779, el virrey Vértiz había implementado reformas progresivas en las milicias pagas llamadas Blandengues, cuerpo que se transformó en “veterano” por Orden Real del año 1784.

Todos estos viajes fueron hechos cumpliendo las normas protocolares establecidas con los caciques de las zonas contando, en algunos casos, con pasaportes expedidos por Ansay.

A fines del año 1800, acompañado por Francisco Barros, experimentado capitán de amigos, Ansay intervino como mediador en una rencilla intertribal.

Ansay reaccionó en forma airada pero finalmente terminó proveyéndoles de vino y aguardiente, aunque en cantidad limitada para mantener “la mejor armonía”.

El capitán Teles de Meneses era un militar portugués capturado en 1777 e internado en Mendoza donde se quedó a vivir.

Además, propuso que si se deseaba mayor seguridad debían aumentarse los recursos, especialmente para destinarlos a las instalaciones en Luján.

Existió un pequeño grupo de músicos ingleses que como tales tenían un trato especial.

Muchos ingleses desertaron de las columnas que los volvían a Buenos Aires para repatriarlos.

El 14 de junio llegaron oficios del gobernador Gutiérrez de la Concha fechados el día 5 y dirigidos al cabildo y a Ansay en el que fijaba su posición de desconocer a la Junta Provisional Gubernativa considerando que su creación había sido abusiva y forzada la destitución del virrey Cisneros.

Con la participación de sólo 38 miembros de la elite mendocina, sin contar a los cinco cabildantes y los tres funcionarios reales,[10]​ el cabildo abierto determinó obedecer la “real orden” (sic) enviada por el virrey Cisneros que pedía nombrar y enviar un diputado para constituir un gobierno en Buenos Aires.

Intervino en la reunión, previo permiso, el comisionado de la Junta Provisional Juan Bautista Morón, quien apoyó esa moción.

Ansay aceptó su desplazamiento, que esta vez se hizo respetando la línea jerárquica, en su segundo, el teniente coronel Francisco Javier de Rosas.

Todos los gastos del viaje, caballos, víveres, guardias, etc. corrieron en definitiva por cuenta de Ansay ya que se pagaron con el dinero confiscado por Moldes.

En ese escrito, Ortiz incriminó a Torres y Harriet como el principal instigador de lo ocurrido en Mendoza.

También lo visitó Manuel Lezica, importante comerciante y varias veces miembro del cabildo de Buenos Aires.

Así pudo encontrar a muchos comerciantes de Buenos Aires que estaban confinados en ese lugar, algunos incluso con sus familiares.

El dueño de la estancia les recomendó un cacique y dos indios para que les sirviera de guía e intérprete al que pagó con regalos, prometiendo otros más a la vuelta si cumplía lo acordado.

El paso demoró dos días porque al estar crecido se tuvo que construir balsas para cruzarlo.

[27]​ Cuando Ansay llegó a Nuestra Señora del Carmen de Patagones, el poblado ya había logrado, desde su fundación en 1779, ocupar el espacio, poner en producción las tierras, establecer las relaciones interétnicas con los nativos y organizarse políticamente con cierta autonomía respecto del gobierno de Buenos Aires.

Desde el primer día, Ansay y sus amigos consideraron que la forma más factible de fugarse del lugar era por mar, hacia Montevideo.

En primer lugar, se “sondeó los corazones” de los vecinos que estuvieran a favor del rey.

[32]​ El envío de dos prisioneros rumbo a Buenos Aires demoró el plan de escape hasta que esa partida se alejara lo suficiente del fuerte como para que nadie la pudiera alcanzar para avisar a la capital.

El pueblo ayudó a descargar todo lo que llevaba para aliviarlo y sacarlo de esa condición.

Este contratiempo implicó postergar el viaje hasta que las condiciones de marea y viento volvieran a ser favorables.

Como pasaron tres días sin nuevas noticias, Ansay envió una patrulla a recorrer la costa.

Con muy pocos hombres, pues los mejores fueron embarcados hacia Montevideo, controló a los 72 prisioneros del Hiena.

Las frecuentes salidas que hacía Ansay a las afueras, para capturar ganado con el cual alimentar la ciudad, eran cada vez más inútiles.

En 1817, hacia el norte, cercana a las llamadas Islas de Tordillo, el gobierno, siguiendo una práctica borbónica que había sido exitosa en la frontera chaqueña del Tucumán, estableció un presidio llamado Las Bruscas o Santa Elena, fundó un pueblo cercano, la actual Dolores, y una “estancia de la patria” para aprovisionar de alimentos al presidio y en la que trabajarían los prisioneros del mismo.

A cinco leguas estaba el río Salado con pocos lugares de paso seguro.

Finalmente llegó a su Zaragoza natal, donde esperaba recibir algún tipo de reconocimiento oficial, pero el gobierno del Trienio Liberal no le dio ninguno.