El Congreso de Tucumán fue una asamblea soberana que al mismo tiempo se desempeñó como tribunal, poder legislativo y constituyente.
En el plano europeo, Fernando VII volvió al trono en 1814 no como "el deseado" sino como un monarca absolutista que tenía la firme intención de castigar a los diputados que habían sancionado la Constitución de Cádiz en 1812 y enviar expediciones militares a América para recuperar sus dominios.
El deterioro progresivo de la relación entre la capital y las ciudades del interior no llegó a mayores: Sin embargo, las provincias del Interior, que fueron afectadas por las campañas del ejército al Alto Perú, comenzaron a relacionarse cada vez más entre sí para realizar censos, reclutar soldados, dotarlos de equipos, controlar la seguridad interior, recibir donativos, reclamar empréstitos e impuestos, etc. creando así organismos "proto-estatales".
Primero quitó su apoyo a Alvear y luego, ya como Cabildo Gobernador, asumió el mando interino para cubrir la acefalía provocada por su caída.
Esta modificación eliminó las críticas que durante años se hicieron a la dicotomía ciudad-campaña en materia de elecciones.
Por otro lado, no todas las provincias adhirieron al Estatuto Provisional y su complejo sistema de votación.
La población había aumentado, en parte por los emigrados del Alto Perú, Jujuy y Salta que llegaban buscando más seguridad.
En cuanto a lo primero, nombraron un presidente, que debía ser rotativo, durando un mes cada uno en ese cargo.
En un primer período, las acciones del Congreso se vieron complicadas por la necesidad de atender, simultáneamente, muy diversas cuestiones.
Entre las primeras cuestiones que debió enfrentar el Congreso, estaba la situación del Directorio: Álvarez Thomas había renunciado, reemplazado por Antonio González Balcarce.
Por otro lado, se creía indispensable lograr algún tipo de ayuda externa, para lo cual era necesario que el país mismo declarara ser independiente.
Tampoco estuvo presente Pedro Buenaventura Carrasco, representante de Cochabamba, que se integraría más adelante al Congreso.
El tirano procurará devorarnos; opongámosles pecho firme, ánimo resuelto, unión y virtud para resistirlo.
Veréis que el imperio de nuestros Incas renace, la antigua corte del Cuzco florece.
No obstante, como el sentido negativo original seguía existiendo, fue necesario diferenciarlo con distintos calificativos.
Era el momento del orden basado en un poder fuerte, legalizado por un congreso respetable, que pusiera fin a esa revolución.
Derrotado Artigas por los portugueses, pensaba, sería fácil recuperar para la obediencia al gobierno de Buenos Aires a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
[15] En esa misma sesión, el Congreso nombró a los diputados Teodoro Sánchez Bustamante, José María Serrano y Pedro Medrano para que en comisión elaboraran el citado manifiesto cuyo contenido debía exponer las razones o "considerandos" que motivaron la declaración de la independencia.
Al respecto fray Rodríguez dijo: Durante muchos años, al no conocerse las actas secretas del Congreso, se atribuyó la autoría del Manifiesto a Pedro Ignacio de Castro y Barros dado que en esa sesión, por voto de la mayoría, se había decidido que solo Barros, en su calidad de presidente, y su secretario, José Eugenio Elías, firmaran el documento.
Sin embargo, Juan Martín de Pueyrredón "afirmó rotundamente" que el redactor había sido José Mariano Serrano.
En la primera parte del texto se detallaron las críticas a España por la índole de su dominación colonial desde el siglo XVI y la paciencia que habían tenido los americanos en mantener su lealtad.
En la segunda se narraron los sucesos ocurridos en los años previos a 1816, donde, a la permanente lealtad de los americanos hacia Fernando VII, se opuso la falta de capacidad y "comprensión" del rey y sus funcionarios, contradicción que finalmente produjo la independencia.
En la segunda parte del Manifiesto se mencionaron los sucesos ocurridos en el Río de la Plata desde las invasiones inglesas.
Por esa misma época, fue enviado a Europa el canónigo Valentín Gómez, diputado del Congreso, con instrucciones de conseguir un príncipe europeo para ocupar el trono de las Provincias Unidas y lograr alianzas con Francia y Gran Bretaña.
En su lugar, y con carácter de Director Interior del Estado, fue elegido el diputado porteño Juan Pedro Aguirre, que se hizo famoso por dos gestiones: ordenó la prisión de Pueyrredón, Tagle y Julián Álvarez, permitiéndoles al mismo tiempo huir hacia Montevideo.
El Congreso se consideró disuelto desde ese mismo momento, y nadie volvió a acordarse de la constitución del año anterior.
Estos libros manuscritos, que debían sumar tres o cuatro volúmenes, se han perdido por completo aunque existen testimonios de algunas actas.
El corpus devuelto consta de 140 actas, aunque se sabe que no están todas.
El historiador Levene ha conjeturado que en este libro se asentaron las deliberaciones vinculadas con la redacción de la Constitución.
La publicación contenía dos partes: las llamadas "reflexiones", verdaderas "editoriales" cuyo autor era fray Rodríguez, y los resúmenes de las sesiones.