Su padre era un importante comerciante de ultramar con buques en consignación, como la fragata Nuestra Señora del Buen Suceso.
Como era habitual en muchas familias ligadas al comercio de la metrópolis Andrés Arguibel debió dejar su hogar cercano al Fuerte para ser enviado a Cádiz con solo 9 años a los efectos de recibir la educación básica y aprender oportunamente el comercio con América.
[2] Arguibel casó con una gaditana y para 1810 se había ya convertido en un exitoso comerciante de esa ciudad.
De ideas liberales, producida la revolución en Buenos Aires intentó volver a su tierra sin poder lograrlo, por lo que canalizó sus esfuerzos en Cádiz.
Eran también miembros entre otros José Matías Zapiola, Francisco de Gurruchaga, el general peruano José Rivadeneira y Tejada que "habían tenido relación con la anteriormente citada de la "Gran Reunión Americana", y, a su vez, estaban en estrecho contacto con diversos "hermanos" bonaerenses, tales como Pueyrredón, Lezica y Rodríguez Peña".
En los restantes escenarios de la guerra, la situación era favorable a las armas del Rey.
Así, el objetivo preveía atacar en la Banda Oriental y apoyándose en los prisioneros, excombatientes realistas y la amplia faja de la población leal al Rey que consideraban existía, poner cerco a Buenos Aires.
Para transportar las tropas, dado que España carecía de una flota de la magnitud necesaria, se adquirió una flotilla rusa que resultó estar en pésimas condiciones para la navegación transatlántica.
A ellos se sumó Arguibel, constituyendo una nueva junta en esa ciudad.
[15] En agosto de 1819, Arguibel afirmaba "Nunca se ofende bastante a un enemigo tan encarnizado como el nuestro" y sobre esa premisa continuó su misión.
El gobierno restaurado para evitar el pago lo había puesto en prisión desde mayo de 1816 hasta 1818 en que lo liberó declarando injusta e ilegal la detención, aunque ya estaba arruinado en su propiedad y crédito.
La suma solicitada en las cortes americanas rondaba los cuatro millones cuatrocientos mil reales de vellón.
En apoyo del pronunciamiento de Riego, Arguibel y Lezica contribuyeron con mil pares de zapatos y doce mil duros, "hecho que puso muy al descubierto la protección de los americanos al alzamiento de las tropas y que hizo perder a su causa más simpatías que socorro había éste recibido"[5] Arguibel debió tornar sin embargo definitivo su exilio en Gibraltar, con lo que terminó de perder su fortuna ya entonces muy disminuida por gestiones no siempre basadas en los fondos enviados desde Buenos Aires,[22] no obstante lo cual continuó su labor.
Tras la imposición del gobierno constitucional, muchos americanos en prisión fueron liberados, pero la política oficial continuó contraria al reconocimiento de la emancipación: Andrés Arguibel pudo volver a su ciudad natal en 1825.