Guerra en la Grecia Antigua es el término usado para describir los enfrentamientos entre las polis griegas (las ciudades estado de la Antigua Grecia), entre la revolución hoplítica del siglo VIII a. C. y la emergencia del imperio macedonio en el siglo IV a. C. Pocas civilizaciones fueron tan belicosas como las polis griegas, a pesar de que fueron sociedades poco militarizadas hasta el siglo IV a. C. Los templos tienen representaciones en sus frontones y sus frisos con dioses con indumentaria de hoplita.
[1] La guerra griega antigua estuvo dominada en tierra por la formación de la falange, una profunda línea formada por hoplitas equipados con escudos, lanzas y espadas.
Si los arqueros enemigos disparaban flechas a la falange, los falangitas levantaban sus escudos, puesto que la unidad era esencial para su defensa.
Otro tipo de soldado era el peltasta, que pertenecía a la infantería ligera y estaba equipado principalmente con varias jabalinas.
Los espartanos aprovecharon este golpe aplastando y creando rápidamente su propia marina con el apoyo de Persia.
Este poder terrestre de Esparta se basaba en primer lugar en un sistema educativo desde la infancia totalmente orientado a la preparación para la guerra.
El «irenado» correspondía a la efebía ática, con la diferencia de que esta era más breve, dos años tan solo.
Todavía no se les permitía el acceso al ágora, ni podían ejercer sus derechos políticos.
Eran ciudadanos desde el momento de su ingreso en la efebía, pero no ejercían sus derechos hasta que habían transcurrido esos dos años.
Aristóteles nos describe con detalle la institución en el siglo IV a. C., que tal vez no había sufrido cambios importantes desde la época de Pericles.
[23] Tal vez se hacía ya entonces la división entre infantería y caballería, en esta escuela de efebía, pero no es seguro.
En Ramnunte,[27] unas inscripciones del siglo IV a. C. permiten evocar la vida de los efebos y sus relaciones con la población local.
La coraza (thorax), casi siempre de bronce, estaba formada por dos piezas, anterior y posterior, unidas por dos grapas o ganchos.
La cara exterior era siempre convexa y llevaba en el centro un saliente (ómfalos) adornado a veces con cabezas de Gorgona, que tenían un valor religioso (apotropaico), protección contra la mala suerte, u otros símbolos (episemas).
Fuera de la batalla, se pasaba por estas empuñaduras una correa que permitía colgar el escudo al hombro mediante un talabarte.
Después de las guerras médicas, el hoplita utilizaba asimismo una espada corta, tan solo un poco más larga que un puñal.
Antes de las guerras médicas había en Atenas arqueros (toxotai) con traje escita que posiblemente eran atenienses vestidos así.
[33] Igualmente había médicos para cuidar a los heridos, como en el ejército de Agamenón en Troya, y adivinos, cuya función era muy importante.
Para transmitir con rapidez las noticias importantes, los griegos no solo utilizaban correos, sino también señales luminosas (realizadas con antorchas y hogueras) que, gracias a los relevos, constituían una verdadera red de «telegrafía óptica».
Asimismo llevaba con él varios adivinos, pues durante la campaña no se podía adoptar ninguna decisión importante sin consultar previamente a los dioses.
[37] En la época clásica no se consagraba a los dioses la totalidad del trofeo, sino solo una décima parte (decate), el diezmo.
Cada ciudadano movilizado debía poner en su zurrón o más bien en su cesta (plecos) algo para alimentarse durante tres días; sobre todo pan, queso, aceitunas, cebolla y ajo.
Su monumento funerario en el cementerio del Cerámico lo representa matando con su lanza a un enemigo al que pisotea su caballo.
Para acortar los periodos de asedio y reducir a los sitiados por la sed, los asaltantes no dudaban en interceptar las aguas, procedimiento que, sin embargo, lo prohibía la anfictionía délfica.
[45] Por otra parte, inició importantes obras en El Pireo, que sustituyó como puerto a la ensenada de Falero.
Los strategoi designaban cada año a los trierarcas entre los ciudadanos capaces de soportar esta costosa carga, y no entre los mejores marinos, pues aunque el Estado aportaba el casco y, tal vez, los aparejos del navío, así como la tripulación, el trierarca debía realizar grandes gastos: debía instalar los aparejos por su propia cuenta, completarlos si era necesario y velar por su mantenimiento, así como realizar las reparaciones necesarias durante la campaña.
En este texto se ve lo cerca de la costa que solían navegar las flotas griegas, pues los marineros comían en tierra con frecuencia.
Pero después de las guerras médicas, Grecia volvió contra sí misma toda su energía y su experiencia guerreras.
Los atenienses se vieron obligados a enviar refuerzos y ese fue el fin, que Tucídides cuenta en pocas palabras:
Matanzas como esta y las pérdidas en las luchas terrestres y marítimas debilitaron a Grecia y la dejaron sin hombres hasta el punto de que, en el siglo siguiente (siglo IV a. C.), para defender la ciudad tuvieron que contratar cada vez más a mercenarios, es decir, soldados extranjeros que ya no luchaban por patriotismo como ciudadanos, sino tan solo para vivir a cambio de una paga.