Extraordinariamente popular a partir de los siglos V y IV a. C., cuando se llegó a fabricar en cantidades industriales, este tipo de yelmo se expandió por todo el mediterráneo helénico o semi-helenizado.
Parece que los propios griegos lo asociaban de forma romántica con la gloria del pasado.
De la poca evidencia pictórica que nos ha llegado del ejército de la República romana, parece que en Italia el casco corintio evolucionó a un nuevo casco más parecido a los utilizados hoy en día para montar a caballo, en dónde la protección para la nariz y las aberturas de los ojos se convertían en casi meras decoraciones con poca utilidad real.
Heródoto menciona el casco corintio en su obra Historia cuando escribe sobre los maclíes y auseos, dos tribus que vivían a lo largo del río Tritón en la antigua Libia (aunque la porción de la antigua Libia que describe parece más probablemente la moderna Túnez).
Los más ricos de entre esos propietarios podían presentarse opulentamente con su yelmo jactancioso, fabulosamente adornado según el capricho personal.