La frontera entre la religión y la superstición en la Antigua Grecia a menudo era imprecisa.
Esta es la razón por al cual en el retrato del supersticioso que nos ofrecen los Caracteres de Teofrasto, hay muchos ritos religiosos, algunos de ellos exagerados hasta el absurdo.
Si un ratón ha roído uno de sus sacos de harina se dirige al exégeta[6] para saber qué debe hacer y si el exegeta le responde que se lo repare el zurrador, no le hace caso y en cuanto se aleja va a ofrecer un sacrificio expiatorio .
Si, al atarse el calzado, se le rompía una correa del pie derecho o del pie izquierdo era asimismo un presagio bueno o malo.
[10] Sería un error creer que todos los supersticiosos eran hombre del pueblo carentes de cultura.