[4] Grandes arquitectos franceses han estado y están entre los mejores arquitectos del mundo, como Mansart, Le Nôtre, Gabriel, Soufflot, Boullée, Ledoux, Garnier, Viollet-le-Duc, Eiffel, Guimard, Le Corbusier, Perrault, Nouvel o Portzamparc.
Un factor crucial en este desarrollo, acuñado por la revolución arquitectónica romana, fue la invención del hormigón (Opera caementicia).
Ejemplos notables en Francia durante el período son Alyscamps en Arlés y la Maison Carrée en Nîmes.
Evolucionó y derivó en el siglo XII en la arquitectura gótica, marcada por los arcos apuntados.
Las más significativas son las grandes iglesias abaciales, muchas de ellas todavía en pie, más o menos completas y con frecuencia en uso,[9] destacando el empuje de una innovadora y ambiciosa abadía borgoñona, Cluny, que desde allí irradiara a todo el continente.
Las columnas que soportan los arcos son generalmente cilíndricas y están rematadas con capiteles a menudo talladas con representaciones de animales, plantas y símbolos o más o menos geométricos.
En la escuela del Languedoc aparecen las primeras iglesias de peregrinación, con cinco naves y girola.
El perfil de las naves laterales se tamiza con arcos abiertos, tal vez por las campanas.
Casi todos los edificios románicos franceses que se conservan han sido clasificados como monumentos históricos, apareciendo los más destacados ya en las listas de 1840 y 1875.
Apareció a comienzos del siglo XVI, más de medio siglo más tarde que en Italia,[10] en diferentes regiones francesas, en especial en el valle del Loira y en la Isla de Francia.
Los principales protagonistas fueron los reyes Carlos VIII (r. 1483-1498), Luis XII (r. 1498-1515) y especialmente Francisco I (r. 1515-1547), que hizo llamar a numerosos artistas italianos y bajo cuyo reinado el estilo renacentista se convirtió en el estilo dominante en la corte francesa.
[14] El valle del Loira todavía conserva una densidad excepcional de castillos y casas señoriales que datan del Renacimiento o que fueron modificados de manera significativa en ese momento cuando la corte real se alojaba allí con regularidad.
Destacados arquitectos italianos estuvieron al frente de importantes proyectos en el país —Giovanni Giocondo (1496-1508), Domenico da Cortona (c. 1495-1549), Francesco Primaticcio (1532-1570), Giacomo Vignola (1541-1543) o Sebastiano Serlio (1541-1554)—, pero poco a poco los arquitectos franceses, inspirándose en las ideas nuevas, comenzaron a hacer suyo el nuevo estilo renacentista: fueron los más famosos del siglo XVI Philibert Delorme (1510-1570), Jacques Androuet du Cerceau (1510-1584) (conocido por sus notables grabados de edificios), Pierre Lescot (1515-1578) (que construyó la fachada interior suroeste de la Cour Carrée del Louvre parisino) y Jean Bullant (1515-1578).
El Renacimiento francés, en arquitectura, se considera habitualmente dividido en cuatro etapas: estilo Luis XII (ca.
Aunque se percibe cierta influencia de la arquitectura barroca italiana, esta fue reinterpretada dando prioridad a la sobriedad, la armonía y la claridad, siendo más fiel al clasicismo renacentista.
[18] Ese barroco francés influirá profundamente en la arquitectura civil del siglo XVIII en toda Europa.
Durante la Regencia, la vida cortesana se alejó de Versalles y este cambio artístico se convirtió en bien establecido, primero en el palacio real y luego a lo largo de la alta sociedad francesa.
El Rococó todavía mantenía el sabor barroco por las formas complejas y los patrones intrincados, pero en este punto, había comenzado a integrar una variedad de diversas características, incluyendo un gusto por los diseños orientales y las composiciones asimétricas.
El estilo rococó se extendió con artistas franceses y las publicaciones grabadas.
Los principales representantes del neoclasicismo arquitectónico francés hasta la víspera de la Revolución fueron Ange-Jacques Gabriel (1698-1782), Jacques-Germain Soufflot, Étienne-Louis Boullée y Claude Nicolas Ledoux (1736-1806).
A mediados del siglo XIX, varias ciudades europeas —en particular San Petersburgo, Atenas, Berlín y Múnich— se transformaron en verdaderos museos de arquitectura neoclásica.
En Francia, el estilo neogótico aparece bastante tarde debido a las guerras napoleónicas, que movilizaron todas las fuerzas de la nación francesa, y al gusto del emperador Napoleón I por el estilo Imperio neoclásico.
La Restauración de los Borbones permitió a los jóvenes arquitectos volver a conectar con el pasado artístico del medieval reino de Francia, en especial con el estilo gótico francés del siglo XIII.
Su aproximación racional al gótico realmente contrastaba completamente con los orígenes románticos de la renovación, y es considerada por algunos como un preludio a la honestidad estructural exigida por el movimiento Moderno.
Aunque estos proyectos nunca se realizaron, influyeron en varias generaciones de diseñadores y arquitectos, entre ellos Antoni Gaudí, o los arquitectos Destailleur,[26] a los que se debe, entre otros, el castillo de Trévarez.
Durante la mitad del siglo XIX, cuando Napoleón III estableció el Segundo Imperio, París se convirtió en una ciudad glamorosa de imponentes y altos edificios.
Sin embargo, también se puede encontrar la práctica y decididamente mansarda francesa en muchas casas contemporáneas.
Floreciente durante los siglos XIX y principios del XX, fue una grandiosa elaboración en el más refinado estilo neoclásico.
Estas imponentes y masivas casas, casi siempre construidas en piedra, estaban reservadas sólo para los muy ricos.
Muchos arquitectos norteamericanos estudiaron en la École des Beaux Arts, y el estilo influyó fuertemente en la arquitectura Estados Unidos desde alrededor de 1880 hasta los años 1920.