Entre sus abades reconocidos como santos figuran Bernón, Odón, Odilón, Hugo, Mayolo y Pedro el Venerable.
La Orden benedictina fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI, y, en parte debido a su estricta adhesión a un código benedictino reformado, Cluny se convirtió en el monasterio reconocido como ejemplo del estilo de vida monacal en Occidente desde finales del siglo X.
Fue convertido en museo público en 1833, y aparte de su nombre, nada lo relaciona directamente con la abadía.
La primera mujer que entró como miembro de la orden, lo hizo entrado el siglo XI.
Otras casas benedictinas, incluso de fundación anterior a Cluny, tomaron como guía el sistema cluniacense.
Las costumbres de Cluny representan también el impulso del ideal del monasterio benedictino como una unidad autosuficiente en su producción agrícola, similar a las villas contemporáneas supervivientes en las partes más romanizadas de Europa y a los feudos, en las cuales cada miembro ejercía un trabajo físico además de dedicarse a la oración.
San Benito de Aniane, el «segundo Benito», era consciente de que los monjes negros no podían seguir sustentándose a sí mismos simplemente con el trabajo físico en las instituciones monásticas que había concebido en 817 para gobernar todos los monasterios carolingios gracias a la ayuda de Luis el Piadoso.
La expansión de la Orden, el creciente número de monjes que asistían a los oficios religiosos y los impresionantes templos abiertos en todas las abadías rivales, incluso en simples prioratos, dejaron obsoleta la iglesia abacial edificada por Maïeul, descrita como «granero estrecho y vetusto» en La vida de San Hugo por Gailon en 1115.
Destruido durante la segunda mitad del siglo XII, se retoma la construcción a principios del siglo XIII, completándose el gran nártex en 1220 siendo abad Rolland I de Hainaut, en estilo gótico.
El gran transepto, del cual aún subsisten tres cuartos de un brazo, era en sí mismo como una pequeña catedral.
Así pues, contaba, en conjunto, con cinco naves, amplia cabecera con girola y cinco capillas radiales, más otras diez en los transeptos, seis campanarios y una galilea o pórtico de tres naves flanqueada por dos grandes torres.
Las cuatro cúpulas (una sobre cada crucero y dos más en el transepto mayor) se asientan sobre trompas.
La suma se fijó en 1000 áureos de oro por Fernando, cantidad que fue doblada por Alfonso VI en 1090.