Aunque existen indicios de asentamientos pertenecientes al Paleolítico inferior, Valladolid no tuvo una población estable hasta la Edad Media.
Hay indicios datables en el Paleolítico Inferior, esencialmente Achelense, recogido en superficie en las terrazas cuaternarias del río Pisuerga, en Canterac, que actualmente es un gran parque situado a las afueras.
El primer Alcazarejo fue transformado en Alcázar Real, y la reina María de Molina se hizo edificar un palacio, que fue su residencia habitual.
En 1506 murió en Valladolid Cristóbal Colón, y fue enterrado en la villa, en el desaparecido convento de San Francisco.
Aquel debate se considera hoy pionero y una vital aportación en la Historia a la construcción de los Derechos humanos.
Valladolid entró en comunidad junto a un gran número de ciudades como: Burgos, Palencia o Ciudad Rodrigo entre otras.
Padilla, lideró al ejército hacia Torrelobatón, conquistando la villa y el castillo, siendo la gran victoria de los comuneros.
Cabe reseñar que en este periodo llegó, en misión diplomática, el artista Peter Paul Rubens y Cervantes publicó su primera edición del Quijote, en 1604.
En el siglo XVII, debido a las fuertes crisis de subsistencia y epidemias, Valladolid sufre un receso demográfico.
La ciudad se encontró sumida en una grave crisis económica, propiciada por el abandono de las actividades comerciales y gran parasitismo social existente.
Durante el siglo XVIII, al igual que toda España, la ciudad se empieza a recuperar de su declive.
Se encontró con un gran problema para organizar la defensa, pues Castilla poseía una deficiente infraestructura militar y no disponía de ningún ejército.
No era, a esas alturas, aquella ciudad que había sido sede de la Corte.
Pese a los intentos de los ilustrados, era una ciudad en la que las basuras hacían la competencia al escaso mobiliario urbano por ocupar lugar en las calles, debido a que el Ayuntamiento, en una sempiterna falta de fondos, no tenía medios para recogerlas.
Sin embargo, a principios del siglo XIX, tuvo lugar otra crisis que ralentizó el crecimiento demográfico de la ciudad.
La cantidad de armaduras necesarias, así como con las puertas, ventanas y balcones, en un volumen suficiente como para llenar ocho vagones, era inasumible para Valladolid, comentando la prensa que «si toda la obra se hubiera ejecutado en esta población, hubieran hecho falta 50 carpinteros trabajando un año seguido».
Así, se puede ver una cierta incapacidad en los talleres, fábricas y empresas vallisoletanas que pudo suponer durante algún tiempo un cierto freno a la arquitectura local.
A la vista de los datos referidos es muy interesantes saber como se comportaba la sociedad vallisoletana del siglo XIX, que aporta elementos claves para comprender el como y el porqué de muchas operaciones urbanísticas y arquitectónicas en la ciudad.
Otro fenómeno, aplicable a las construcciones públicas financiadas por el Ayuntamiento, fue la existencia de los trabajadores del plus.
Estos trabajadores no cualificados que en la época invernal eran contratados por el municipio para obras públicas, por lo general de pequeña entidad.
Al conocer los hechos, el ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto, se encolerizó pues la decisión había sido tomada a espaldas suyas.
Dos días más tarde los nacionalistas respondieron con un violento raid sobre Barcelona que produjo 150 muertos y 500 heridos entre la población civil.
Durante la guerra e incluso finalizada esta, la represión franquista fusiló en Valladolid en torno a cuarenta personas cada día.
Estas actuaciones son consecuencia del planeamiento urbanístico proyectado y parcialmente ejecutado en 1938 por el urbanista alcoyano César Cort.
En estas tres décadas se convirtió en un curioso muro reivindicativo de ideas antilaboristas y antimilitaristas.
A finales de 1997, el Ayuntamiento consiguió desbloquear todos los obstáculos y las obras se reanudaron.
[29] Algunos vallisoletanos destacables durante el franquismo fueron Antonio Tovar, quien llegó a participar en varias negociaciones con Mussolini y Hitler.
Ese mismo año se recrudecieron los enfrentamientos, ya habituales, entre estudiantes y cuerpos policiales contra la difusión de propaganda ilegal.
En los años sucesivos las asociaciones fomentaron la organización de actos reivindicativos que en muchos casos fueron suspendidos.
Ese mismo año se renuncia al proyecto del soterramiento ferroviario (iniciado la década anterior) por ser económicamente inviable.