María Manuela de Portugal

Fue precisamente por este motivo por el que la reina Catalina convenció a su marido, Juan III, para que aceptara la candidatura del heredero de Carlos V, el futuro Felipe II, a la mano de la infanta.

El duque, por su parte, gastaba, dicen, 600 ducados cada día en la mesa, y para el recibimiento del obispo en Badajoz llevaba 200 acémilas, todas con reposteros de terciopelo azul y las armas bordadas de oro.

Tanto se disputó, que por no estar arreglado el ceremonial no pudo entrar en España la infanta en el día anunciado, y aún llegó a temerse que se deshiciera la boda.

El príncipe se adelantó también como en otras poblaciones, y perfectamente disfrazado se asomó a un balcón de la casa del doctor Olivares para ver una vez más a la infanta.

Esta lo supo, y al pasar por delante del precitado balcón, con cierta decorosa coquetería se cubrió el rostro con el abanico de ricas plumas que llevaba en la mano.

En la actualidad se encuentra sepultada en la novena cámara del mismo bajo el epitafio[3]​:MARIA, PHILIPPI II VXOR