Los vanguardistas se sienten atraídos por los adelantos tecnológicos y sus posibilidades, dando lugar a la corriente del futurismo, otros exploran la realidad llevándola a su descomposición, como los cubistas; otros sustituyen la realidad por el mundo onírico, como los surrealistas… Esta coincidencia temporal, y las características del movimiento vanguardista, hizo que los integrantes del grupo novecentista, vean en ellos la apuesta por un arte producto de un acto lúdico y libre, fruto de la capacidad intelectual y expresiva del artista, que tanto les atrae.
A pesar de ello hay algún que otro representante de la novela dentro del novecentismo, que opta por el subjetivismo y la renovación iniciada por la Generación del 98, manipulando las situaciones para poder expresar su opinión sobre los más diversos temas.
[4] Este grupo es tan cerrado y estrecho que el crítico José-Carlos Mainer se burló adjetivándolos como "generación SL" (sociedad limitada) para insistir precisamente en la inmovilidad canónica de este grupo de poetas.
[5] Por todas esas razones no tiene mucha consistencia la idea de considerar la Generación del 27 como un fenómeno estrictamente madrileño.
[5] En otros ámbitos, como la arquitectura, cabe mencionar la llamada Generación del 25 de arquitectos.
Aunque algunos autores han propuesto llamarla también generación del 27, para unirla a esta, se trata de dos grupos con claras diferencias entre sí.
Madrid: Mairea), formaban parte de ella Fernando García Mercadal, Juan de Zavala, Manuel Sánchez Arcas, Luis Lacasa, Rafael Bergamín (hermano del ensayista y poeta José Bergamín), Luis Blanco Soler, Miguel de los Santos, Agustín Aguirre, Casto Fernández Shaw, Eduardo Figueroa, Carlos Arniches Moltó y Martín Domínguez Esteban.
[5] En realidad, la llamada generación del 27 fue un grupo poco homogéneo; habitualmente se les ha ordenado por parejas o en tríos.
Entre la pureza estética y la autenticidad humana, entre la poesía pura (arte por el arte; deseo de belleza) y la poesía auténtica, humana, preocupada por los problemas del hombre (más habitual tras la guerra: Guillén, Aleixandre...).
Sienten gran atracción por la poesía popular española: cancioneros, romanceros... Entre tradición y renovación.
Rafael Alberti y el "epígono del 27" Miguel Hernández escribirán numerosos poemas de combate durante la Guerra civil.
Lo cual no les impide romper con el academicismo, y presentar, en ciertos momentos, una cierta irracionalidad en el uso de sus metáforas e imágenes, lo que les permite mantener su marcado talante original e independiente, sin ataduras a nada.
Al igual que Juan Ramón intenta entrar en la esencia oculta de las cosas, con una poesía intelectualizada, aparentemente sencilla, que utiliza como cauce el verso heptasílabo y el endecasílabo sin rimas.
Se exilió a los Estados Unidos y fue, como su amigo Pedro Salinas, con quien sostuvo un prolongado epistolario, profesor de literatura española.
Su singularidad reside en haberse mantenido fiel al ideal de poesía pura, y ofreció una visión optimista y serena del mundo, con lo que se constituye en la antítesis del pesimismo cosmológico de Vicente Aleixandre.
Su poesía se desarrolla paralelamente en dos vertientes: la tradicional y la vanguardista (casi siempre creacionista).
Los temas de esta segunda vertiente son: el amor, Dios, la música, la naturaleza, los toros, la forma, la iconografía, la belleza… Nació en Madrid, dirigió la RAE.
Junto con Vicente Aleixandre fue el único autor del 27 que quedó en España, ambos en un llamado exilio interior.
Se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde convivió con numerosos artistas (Salvador Dalí y Luis Buñuel en especial).
Participa en ciertas actividades públicas de signo izquierdista y muere asesinado por los nacionalistas en Víznar (Granada).
Se afilió al partido comunista y tuvo una activa participación política en la guerra.
Restablecida la democracia vuelve, y le será concedido el Premio Cervantes.
Su libro más temprano, Marinero en tierra, se inscribe en una línea del neopopularismo.
Otras obras, ya en el exilio publicará Baladas y canciones del Paraná.
Se centra en la experiencia humana, pero ahuyenta lo más específico y propio, rehúye su yo para que el lector pueda identificarse con la experiencia del poeta más que con el poeta mismo.