[2] Fue la cuarta hija de los catorce que tuvo el matrimonio formado por el madrileño Justo Gómez Mallo (funcionario del Cuerpo de Aduanas) y María del Pilar González Lorenzo.
Debido al trabajo de su padre la familia se trasladaba con frecuencia y, por ello, después del nacimiento de su hermano, la familia se trasladó a Avilés, donde permanecieron desde 1913 hasta 1922.
[2] En Madrid mantuvo un romance con Emilio Aladrén, que la dejó por García Lorca, y se relacionó con artistas, escritores y cineastas de la Generación del 27 como Concha Méndez, Salvador Dalí, Ernesto Giménez Caballero, Gregorio Prieto, Federico García Lorca, Margarita Manso, Luis Buñuel, María Zambrano o Rafael Alberti, con el que mantendrá una relación hasta que él conozca a María Teresa León.
Y al atravesar la Puerta del Sol nos apedrearon, insultándonos como si hubiésemos hecho un descubrimiento como Copérnico o Galileo.
"[6] En 1927, año en que murió su madre, tomó parte activa en la primera Escuela de Vallecas, una propuesta 'plástico-poética' del escultor Alberto Sánchez y el pintor Benjamín Palencia.
Su pintura cambió radicalmente y alcanzó una gran maestría, tanto que Breton le compró en 1932 el cuadro titulado Espantapájaros, obra pintada en 1929, poblada de espectros, que hoy es considerada una de las grandes obras del surrealismo.
[2] Surgió una amistad entre Mallo y Breton, quien le puso en contacto con Jean Cassou, Picasso, Aragon, Jean Arp, René Magritte y el grupo Abstracción-Création, del que formaba parte Joaquín Torres García.
[2] Regresó a Madrid en 1933 y participó activamente en la Sociedad de Artistas Ibéricos.
[4] A partir de 1936, comenzó su etapa constructiva, mientras seguía exponiendo con los pintores surrealistas en Londres y Barcelona.
[4] En Argentina recibió un rápido reconocimiento, colaboró en la revista de vanguardia Sur, dirigida por Victoria Ocampo, en la que también participaba Borges.
Otra influencia de esta época es el sol que queda reflejada en La Serie Terrestre, armonías solares, en ocres y dorados.
Aprovechó su estancia en este país para visitar Valparaíso y conocer las playas de Chile.
Empezó a pintar especialmente retratos de mujeres, cuyo estilo es precursor del arte pop estadounidense.
Se instaló en Madrid, donde, en el mes de octubre, realizó una exposición en la galería Mediterráneo.