Desde La Habana envió una serie de crónicas bajo el título “¿Adónde va Cuba?”, que tuvieron gran resonancia.
Como estomatólogo logró revalidar en la Universidad de La Habana su carrera y durante muchos años contó con una consulta propia.
Durante este período colaboró además en las revistas Carteles, Bohemia, Lyceum, Verbum, Prometeo y El Progreso de Asturias, entre otras.
En 1962 pasó a ser embajador permanente en la UNESCO y en el Vaticano, pero con posterioridad conservó sólo el segundo cargo.
Tras el triunfo de la Revolución cubana, desempeñó una larga carrera diplomática, sobre todo como embajador ante la Santa Sede desde 1962 y hasta su muerte en Roma.
A este último periodo italiano de su vida corresponde Tardío Nápoles (1970), un poemario que refleja su deslumbramiento ante Nápoles, ciudad en la que vio una posibilidad de regeneración personal y estética.
Mediante un discurso intensamente culturalista y vitalista, Amado-Blanco desarrolla en sus páginas una meditación existencial que es también una recapitulación del conjunto de su poesía, al tiempo que se replantea, con lucidez y serenidad, las posibilidades de aceptar el exilio como una vivencia positiva.