Concha Méndez

[3]​ De familia rica, recibió educación en un colegio francés, lo que se percibe quizá en sus primeros versos.

Los veranos los solía pasar en familia en San Sebastián, donde en 1919 conoció a Luis Buñuel, quien fue su primer novio.

[7]​ En Argentina hizo amistad con Consuelo Berges, que la ayudó en el continente americano, y Alfonsina Storni.

Allí, Federico García Lorca le presentó al impresor malagueño Manuel Altolaguirre, con quien se casó al año siguiente[1]​ (siendo testigos Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén y Luis Cernuda).

Juntos crearon la imprenta La Verónica en una habitación del hotel Aragón, y empezaron a editar la revista Héroe, en la que aparecieron obras de Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Pedro Salinas, Luis Cernuda y Jorge Guillén.

[7]​ El matrimonio y su hija regresaron a España en 1935, y al estallar la guerra civil española, ambos tomaron partido por la República, aunque pronto ella abandonaría Madrid para proteger a su hija, mientras su marido permaneció en España.

Tras residir en Inglaterra, Bélgica y Francia, regresó a Barcelona para reunirse con su marido, camino ya del exilio.

[10]​ Su obra poética está recogida en Poemas entre 1926-1986, edición preparada por el marido de su hija Paloma, el profesor James Valender.

[11]​ Su poesía se puede dividir en las siguientes etapas, relacionadas muy íntimamente con su vida: La primera etapa está constituida por tres libros, Inquietudes (1926), Surtidor (1928), Canciones de mar y tierra (1930) que constituyen una trilogía caracterizada por los mismos temas que el Alberti neopopularista y por la incorporación al verso de todo aquello que en los años veinte representaba la modernidad: el deporte, el cine, los automóviles.

Su experiencia vital se observa a lo largo de todo el libro, el viaje es el eje estructurador.

Esos dos libros, junto a unos pocos poemas nuevos escritos durante la guerra, se reeditan en Lluvias enlazadas (1939).

En 1967 reedita, en una edición ampliada, Villancicos, ochenta y cinco poemas breves, inmersos en la tradición popular de Arte menor con recursos estilísticos muy sencillos.

Concha Méndez representó El carbón y la rosa en el Lyceum Club Femenino el mismo día que Rafael Alberti daba una lectura de sus poemas.

[13]​ La escritora manifestó siempre una gran preocupación por la función pedagógica del teatro infantil, buscando una educación global.

En el prólogo a las memorias, Paloma Ulacia revela que Concha Méndez no escribió su propia autobiografía porque consideraba que aceptar su vida como un hecho ya consumado equivalía a aceptar la vejez y admitir la proximidad de la muerte.

Para cuando la autora sintió la necesidad de relatar su vida, ya no podía hacerlo físicamente.

Cuenta cómo siendo una niña soñaba con ser capitana de barco, una idea no muy bien acogida por su familia, y en su juventud alcanza la emancipación viajando.