[5] En realidad, la fundación de las primeras sedes episcopales no se conoce más que por tradiciones locales tardías y legendarias que pretendían probar la prelación de unas con respecto a otras.
[14] La expansión del cristianismo en las Galias se traduce en cifras modestas, si el porcentaje de cristianos sobre la población no superaría el 2 % hacia el año 250, habría ascendido al 5 o 10 % bajo Constantino I, a comienzos del siglo IV.
Del siglo III al IV, los cristianos salieron de la clandestinidad y reforzaron la organización eclesiástica.
[18] Entre el siglo V y el IX se mantuvo el llamado rito galicano.
A finales del siglo V, la ocupación de los francos afectó un tiempo la implantación cristiana, pero el bautismo de Clodoveo (quizá en 499) simbolizó la conversión del reino franco al catolicismo, favoreciendo la fusión de este pueblo germánico con los galo-romanos, conllevando la expansión definitiva del cristianismo por toda la Galia.
[19] De 511 à 673, los concilios merovingios tendieron a codificar las relaciones entre rey e iglesia.
[20] El siglo VII fue un importante periodo, en toda Europa, de expansión del cristianismo.
[21] El papa Esteban II encontró en Pipino el Breve un protector militar contra los lombardos, consagrándole en 754, lo que significó la ruptura de los últimos vínculos entre Roma y el Imperio bizantino.
La revitalización de la vida urbana tuvo consecuencias religiosas, generándose movimientos que la jerarquía eclesiástica consideraba heréticos, destacando en Francia desde el siglo XII los albigenses (Pedro de Bruys) y los valdenses (Pedro Valdo).
Se encargó combatirlas a los dominicos (orden fundada por el español Domingo de Guzmán) tanto con la predicación como con la represión.
[24] Entre las manifestaciones más peculiares de la religiosidad popular, reprimida por las autoridades eclesiásticas, estaba el culto a San Guinefort, un perro.
La Compañía de Jesús, fundada en París en 1539 (su casa profesa es el actual Lycée Charlemagne, y reutilizaciones similares tuvieron muchos de sus colegios), se involucró fuertemente en la Contrarreforma, que fijó el dogma católico en el concilio de Trento (1545-1563), con un nuevo apogeo del culto a los santos y a las reliquias,[25] mientras que los hugonotes establecían enclaves protestantes en sus plazas fuertes, los politiques proponían la tolerancia religiosa y los libertinos experimentaban el alejamiento de toda sujeción religiosa, se identificara o no su postura con el ateísmo (término que se utilizaba de forma poco precisa, llegándose a sugerir su aplicación incluso a un humanista como François Rabelais).
Luis XIV, buscando la unificación de su reino en los ámbitos religioso, administrativo y político, procuró la desaparición del protestantismo.
La exigencia de un juramento civil (constitución civil del clero, 1790), dividió al clero en «juramentado» (el que se sometió a las disposiciones de las autoridades revolucionarias) y «refractario» (el que se negó a hacerlo, como les demandaba el papado).
Entre tanto se había producido la condena papal contra el liberalismo y otros "errores modernos" en el Syllabus y la encíclica Quanta cura (Pío IX, 1864), que reafirmaba la anterior condena de Gregorio XVI (Mirari vos, 1832), y que se repitió posteriormente por León XIII (Libertas Praestantissimum, 1888); así como el Concilio Vaticano I (1869-1870), que proclamó la infalibilidad del Papa y condenó el panteísmo, el racionalismo, el materialismo, etc.
Las transformaciones del judaísmo, entre mémoire et communauté, se tradujeron en la segunda mitad del siglo XX por una vuelta a diferentes formas de identidad judía suscitadas por la memoria de la Shoah, la guerra de los Seis Días y la perpetuación del conflicto árabe-israelí; no sin suscitar debates políticos y teológicos entre los católicos franceses.
[35] La aportación de los trabajos etnológicos en los años 1950 y la descolonización favorecieron el diálogo islamo-cristiano, cuyos principale precursores fueron Louis Massignon, Jean Mohamed Ben Abdejlil, Louis Gardet y Georges Chehata Anawati.
Con la implantación duradera de la comunidad musulmana, la cuestión de las prácticas hizo poco a poco su entrada en el espacio público, hasta convertirse en la segunda confesión religiosa del país, marcada por la recurrencia del bebate sobre la integración de los musulmanes y el lugar del islam en un campo religioso dominado por el catolicismo.
[33] Si el paisaje religioso francés persiste, estadísticamente, dominado por el enfrentamiento entre católicos y no creyentes, el sentimiento más extendido es que Francia es un país multiconfesional.