A los diez años ingresó en un seminario en régimen de internado.
Ahí nació su interés por materias como la arqueología y la geología (en aquel momento ciencias aún incipientes).
En 1912 la Santa Sede pidió a los superiores que hiciesen salir al P. Lagrange de Jerusalén, pues había recibido acusaciones de ser heterodoxo en su dotrina.
Aunque se le permitió regresar al año siguiente, las críticas y dudas sobre su ortodoxia duraron hasta los años 30.
De hecho, por este motivo decidió no publicar su comentario al Génesis, que solo vería la luz póstumamente[1].