Por el contrario «había ocasiones en que Robespierre intervenía personalmente para proteger a determinados individuos».
[21] Lo mismo afirma David Andress: "Ninguno de los presentes ignoraba a quiénes estaba acusando.
[20] Robespierre dijo:[22] Acabó su discurso con unas frases en las que, según David Andress, pareció asumir que "sería destruido por haberlo redactado":[23] A diferencia de ocasiones anteriores, los diputados esta vez sí reaccionaron.
[30] También lo acusó, incurriendo en una contradicción que al parecer pasó desapercibida, de haber sido demasiado indulgente con los "contrarrevolucionarios".
-según otras versiones fue Maximilien el que grita la frase cuando de nuevo se le impide tomar la palabra-.
A la una y media de la madrugada ya no queda nadie en la plaza.
Le Bas se suicida de un disparo, Maximilien Robespierre es gravemente herido –se especula sobre si intentó también sucidarse-, Couthon y Augustin Robespierre también resultan malheridos, y Saint-Just es el único que es detenido ileso.
[40] Son llevados a la prisión de la Conciergerie y luego al Tribunal Revolucionario, donde son identificados y luego condenados a muerte sin juicio al haber sido declarados proscritos (hors la loi).
Ante el Tribunal Revolucionario fueron presentados para ser juzgados ciento tres presuntos contrarrevolucionarios de Nantes que llevaban varios meses encarcelados por orden del representante en misión, el ultraterrorista Jean Baptiste Carrier.
Esta denuncia tuvo una gran repercusión en toda Francia y los miembros del comité fueron procesados.
Durante el juicio hicieron responsable de sus actos al representante en misión Jean Baptiste Carrier, el hombre que [le]s electrizó la mente, guió [su]s movimientos y tiranizó [sus] opiniones.
[51] Como ha señalado David Andress la supresión de las leyes e instituciones del Terror, que "podía haber devuelto cierta humanidad a los procesos administrativos y judiciales", "estuvo acompañado, aunque en un primer momento de manera indecisa, por una salvaje reacción política y social".
[52] A veces las pruebas utilizadas para condenarlos eran tan banales como "haber lanzado improperios hacia un cantante que entonaba una tonada contra Robespierre".
Entre ellos destacó el grupo denominado la jeunesse dorée, o "juventud dorada", paradójicamente encabezada por un antiguo "terrorista", Louis-Stanilas Fréron, quien sólo unos meses antes había alardeado de estar matando todo lo que se mueve cuando dirigió el asalto a Tolón y que había sido uno de los protagonistas del 9 de termidor.
Fréron impulsó la agitación callejera y la campaña antiterrorista mediante la recuperación de su antiguo periódico L'Orateur du Peuple, que durante el Terror había hecho llamamientos incendiarios a acabar con los "contrarrevolucionarios", y que a partir de entonces compitió con otras publicaciones reaccionarias que aquel verano anegaron las calles de París.
[45] La mayoría de los miembros de la jeunesse dorée no pertenecían ni a la antigua nobleza ni a la alta burguesía pero repudiaban la cultura espartana del año anterior defendida sobre todo por los sans-culottes.
"Vestían con afectación, con cuellos amplios, cinturas entalladas y peinados extravagantes, con cierto aire de desdén aristocrático".
Al día siguiente el asalto fue justificado por un antiguo representante en misión Jean-François Reubell: ¿Dónde se estaba organizando la tiranía?
Cuando lo consiguieron el día 8 de febrero, lograron hacerse con ellos y los arrojaron por una cloaca.
[56] Simultáneamente impusieron un nuevo himno en lugar de La Marsellesa que alentaba al pueblo a tomar las armas contra los terroristas:[57]
¡Sí: juramos sobre vuestra tumba, por nuestra patria desdichada, que haremos una hecatombe Sin embargo, fue fuera de París, más concretamente en el sudeste de Francia, donde la violencia antijacobina fue más brutal, como venganza a la durísima represión a la que fue sometida la zona durante el Terror.
Se formaron auténticos escuadrones de la muerte que imitaban en sus vestimentas a la "juventud dorada".
Uno de ellos, Cadroy, felicitó personalmente a los asesinos por la acción que estaban cometiendo.
En los meses y años siguientes continuaron las acciones de las compañías antiterroristas en el sudeste.
Esta oleada de violencia legal o extralegal contra los radicales comenzó a ser llamada Terror blanco.
Además amenazó directamente a los diputados que votaron la muerte de su hermano Luis XVI.
El día 28 de ese mes la Guardia Nacional disparó contra los manifestantes congregados ante la Convención.
En los dos o tres días siguientes las tropas leales a la Convención hicieron fracasar un nuevo intento insurreccional sans-culotte y ocuparon los barrios orientales de París, donde se encontraban los feudos de los "radicales".
Los seis diputados que quedaron intentaron quitarse la vida con puñales escondidos en la misma sala del tribunal.
La Constitución fue aprobada en referéndum pero la participación no llegó al millón de personas.