Durante su estancia en Parma, en el curso de una persecución contra los cristianos, es detenido y metido en prisión.Hacia 290 el emperador Diocleciano, opuesto al cristianismo, envía a Latinus, Jarius y Antor para que maten a Luciano, quien, avisado del peligro, se refugia, junto con sus dos compañeros Maximiano y Juliano, en Montmille.Tras morir, el cuerpo de Luciano habría estado “envuelto en luz” y los presente habrían oído decir Ánimo, buen y fiel servidor, que no has dudado en derramar tu sangre por mi, ven y toma la corona que se te prometió.Se paró cerca de la ciudad y allí enterraron su cuerpo.En ese lugar se construirá la abadía de San Luciano.