Literatura de Chile

En el campo de la narrativa, destacan también Isabel Allende, Roberto Bolaño, María Luisa Bombal, José Donoso, Jorge Edwards, Pedro Lemebel, Antonio Skármeta, entre otros.

Los conquistadores trajeron consigo a cronistas europeos que tuvieron la función de describir los acontecimientos importantes acaecidos en estos procesos, para posteriormente dar cuenta ante la Corona española.

[1]​ Otra obra que también describió este conflicto fue Arauco domado, escrita por Pedro de Oña, el primer poeta nacido en Chile,[2]​ y publicada en 1596, y que más tarde, en 1625, sería llevada al teatro por Lope de Vega.

[cita requerida] Más tarde, durante el período colonial y hasta el siglo XIX, sobresalió la labor literaria realizada por las monjas de los conventos chilenos, quienes se caracterizaron por escribir cartas espirituales, diarios, autobiografías y epistolarios.

[7]​ En esta generación destacaron Mercedes Marín del Solar, Rosario Orrego, Vicente Pérez Rosales y José Joaquín Vallejo.

[13]​ También hizo hincapié en la ilustración como factor fundamental del progreso, fomentó la originalidad e impulsó al rechazo de los modelos extranjeros.

[14]​ Dos polémicas intelectuales que se dieron en la prensa de 1842 influyó en las concepciones que abordó la citada sociedad: la primera, denominada controversia filológica, tuvo relación con una serie de términos y palabras utilizadas en Chile que fueron consideradas repugnables por escritores extranjeros como Pedro Fernández Garfias o Domingo Faustino Sarmiento; la segunda, se dio en torno a diversas posturas adoptadas por escritores como Vicente Fidel López, Salvador Sanfuentes, Jotabeche (José Joaquín Vallejo), Sarmiento y Antonio García Reyes acerca del romanticismo.

[17]​ Por su parte, Orrego Luco sobresalió por sus ciclos narrativos que describieron la sociedad chilena de aquella época.

[20]​[21]​ Subterra tuvo un gran éxito, su primera edición se agotó en tres meses y fue también favorablemente acogida por la crítica de la época.

[cita requerida] Entre los exponentes nacionales del modernismo, podemos nombrar a: Ambrosio Montt y Montt, Alberto del Solar, Luis Barros Méndez, Leonardo Eliz, Narciso Tondreau, Pedro Antonio González, Clemente Barahona Vega, Julio Vicuña Cifuentes, Ricardo Fernández Montalva, Alfredo Irarrázaval Zañartu, Augusto Winter, Gustavo Valledor Sánchez, Egidio Poblete, Samuel A. Lillo, Abelardo Varela, Marcial Cabrera Guerra, Horacio Olivos y Carrasco, Antonio Bórquez Solar, Zoilo Escobar, Manuel Poblete Garín y Miguel Luis Rocuant, entre otros.

Su socio Bertrand le preguntó si habría otras personas en Santiago que tuvieran esa misma actitud alegre y creativa.

Gabriela Mistral obtendría el Premio Nobel de Literatura en 1945, transformándose en la primera latinoamericana en recibir dicha distinción.

[32]​ Otro poeta de esa generación fue Ángel Cruchaga, quien se caracterizó por un énfasis permanente en el mundo del amor y su predisposición a la tristeza.

[41]​ Entre los escritores que formaron parte de este movimiento destacaron Ángel Cruchaga, Salvador Reyes Figueroa, Hernán del Solar, Luis Enrique Délano y Manuel Eduardo Hübner.

[41]​ La Mandrágora fue un grupo de poetas surrealistas chilenos fundado en 1938 por Teófilo Cid, Enrique Gómez Correa y Braulio Arenas; aunque desde el inicio participó también Jorge Cáceres.

[43]​[44]​ La Mandrágora se caracterizó también por sus discusiones reprobatorias en contra de los criterios establecidos en la poesía moderna, criticando además a varios escritores chilenos, tales como Neruda y Huidobro.

Entre los colaboradores, además de los fundadores, figuraron, entre otros, los poetas Gonzalo Rojas, Fernando Onfray, Gustavo Osorio, Jorge Cáceres, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Ludwig Zeller (también artista visual), los pintor Eugenio Vidaurrázaga y Mario Urzúa, los músicos Renato Jara, Alejandro Gaete y Mario Medina.

[47]​ Otro escritor importante fue Gonzalo Drago, con Cobre (1941), obra que retrata la lucha de los mineros frente a la injusticia y la naturaleza;[48]​ Surcos (1948), colección de cuentos campesinos;[49]​ y El purgatorio (1951), novela en la que describió sus experiencias durante el servicio militar.

[54]​ Sobresalieron también Marta Brunet y Maité Allamand con sus textos inspirados en la vida en el campo.

Las figuras que habitualmente se asocian al grupo son Gonzalo Contreras, Alberto Fuguet, Arturo Fontaine Talavera, Carlos Franz, Ana María del Río,[64]​ Carlos Cerda, Darío Oses, Marco Antonio de la Parra, José Leandro Urbina, Sergio Gómez, Pablo Azócar, entre otros.

Se denomina literatura de hijos a aquellas novelas «que han incursionado en una mirada infantil o adolescente sobre la historia reciente, rica en dictaduras, con sus respectivas represiones, desapariciones y terror».

Los escritores que han sido catalogagos en la «literatura de los hijos», son, además de los citados, Álvaro Bisama (con Ruido), Alejandra Costamagna (En voz baja), Nona Fernández (Chilean Electric, Fuenzalida), Rafael Gumucio, Patricio Jara, Marcelo Leonart, Leonardo Sanhueza, Diego Zúñiga.

El género de ciencia ficción comenzó a tomar forma en Chile hacia mediados del siglo XX.

En las últimas décadas, la ciencia ficción en Chile ha seguido creciendo, con autores como Jorge Baradit, quien mezcla ciencia ficción con historia alternativa, como se puede ver en su obra Synco (2008), que especula sobre un Chile en una realidad alternativa donde el proyecto cibernético de Salvador Allende es exitoso[71]​.

Otros autores recientes que han explorado el género son Nicolás Orellana (La Prueba del Buscador), Joctán Záfira (Ascenso), Sofía Bertelsen (Ad Infinitum) o Diego Caroca (Mechanaised).

Otros autores que han explorado en este género literario son: José Del Real (El Último Dragón), Pedro Doyharcabal (Héroes de Lazkar), Aldo Berríos (La Ballena), R.D.

Digory (Lis: Luz y Oscuridad), Mariano Pudú (Sueños de la niebla: falsanoche) o Vincenzo Guazzini (Post-Apocalíptica).

El terror en Chile ha sido utilizado como una herramienta para explorar los miedos profundos de la sociedad, a menudo reflejando los traumas históricos y culturales.

Durante la segunda mitad del siglo XX numerosos poetas mapuches decidieron cruzar la frontera entre oralidad y escritura.

Es entregada a quien ha dedicado su vida al ejercicio de las letras y haya recibido la consagración por el juicio público.

Mercedes Marín del Solar.
Manuel Magallanes Moure (1878-1924) y Augusto d'Halmar (1882-1950) en 1906.
Gómez Correa en 1940.
Francisco Coloane (izquierda) junto al escritor Mario Uribe Velásquez.
Marta Brunet , junto a su libro Cuentos para Marisol .