Pablo Azócar

[1]​ Poco tiempo después partió a Europa como corresponsal de un semanario santiaguino y se instaló en el Viejo Continente por varios años.

[3]​ A fines de 1995 se estableció en la capital chilena, donde ha trabajado como guionista, traductor y periodista free-lance.

Lo explica así: "En esa época aún no existían The Clinic ni El Ciudadano, ni nada que se les parezca, y en los días inolvidables de Pinochet en Londres ese libro surgió como un imperativo ético, como una urgencia periodística.

[3]​ Sobre su largo periodo sin escribir, Azócar ha dicho: "Es el efecto Rip van Winkle: irse a dormir una noche y despertar veinte años después.

Nada de lo que escribía me gustaba, se infiltraba impajaritablemente un tonillo nasal vicioso y desagradable.

Eso sí: ni en los momentos más ásperos me abandonó el placer de leer, tal vez el único esencial y definitivo.