Así comenzó a destacar entre los círculos literarios nacionales de la época, en ese entonces, algo opacados por figuras como Pablo Neruda o Gabriela Mistral.
[2] Con el correr de los años Arenas encuentra una identidad artística, una línea literaria, que le permite ser apreciado por sus padres, amigos y colegas, alejándose del surrealismo.
Leopoldo es temeroso frente a la tecnología de las primeras décadas del siglo XX y teme develar su ignorancia.
No entiende como "la radio es capaz de transmitir voces en fila india sin que se desordenen en los oídos del oyente".
Cronológicamente, evoca el pasado, quizá por la mayor posibilidad de interpretación y subjetivismo que hay en torno al recuerdo.