Se basó en los cuatro pilares ideados por su artífice, el político liberal-conservador Antonio Cánovas del Castillo: Rey, Cortes, Constitución y «turno» (alternancia pacífica entre los «partidos dinásticos» ).El artículo 11 decía: Los gobiernos conservadores plantearon una interpretación restrictiva que suscitó protestas de embajadores extranjeros.Se extendió el conflicto en la regulación del previsto matrimonio civil, pero sin desarrollo posterior debido a la oposición de la Iglesia.Tras intensas negociaciones se alcanzó un acuerdo con la Santa Sede, por el que esta reconocía al Estado la potestad de regular los efectos civiles del matrimonio.En tercer lugar, el proletariado que se agrupará en torno a un partido político, el Partido Socialista Obrero Español y dos sindicatos de clase, la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo.La sorpresa la dieron los republicanos con 47 escaños, el segundo grupo superando incluso a los conservadores oficialistas afectados por las disidencias internas.La Unión Republicana renunció al abstencionismo, aunque sus disensiones internas le llevaron a un pobre resultado.El desarrollo industrial, la estabilidad institucional y la mejora de los intercambios con otros países europeos, dio lugar a pequeños pero significativos cambios en la cultura española.En las artes, la educación y la literatura se manifiesta una apertura a las ideas que vienen allende los Pirineos.En la literatura, el romanticismo da paso al realismo, con Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán y Leopoldo Alas Clarín como máximos exponentes.Además, las estructuras de poder se siguen basando en los partidos dinásticos, y no en las nuevas clases emergentes.En América, emerge como gran potencia Estados Unidos, país al cual España no prestará especial atención hasta que sea tarde.Posteriormente, se creó en la península un ejército expedicionario, al mando del capitán general Arsenio Martínez Campos, de 20 000 hombres.[3] Estas tropas llegaron a Melilla el 29 de noviembre, produciendo un efecto disuasorio, y cesaron los combates.Estas medidas dieron buen resultado desde el punto de vista militar, pero con un coste humano elevadísimo.Por otra parte, muchos campesinos, sin nada que perder ya, se unieron al ejército insurgente».[25] En España el resultado de la guerra se vivió como una tragedia, pero solo entre la clase intelectual (lo que dará lugar al Regeneracionismo y a la Generación del 98), ya que la mayoría de la población era analfabeta y vivía bajo el régimen del caciquismo.El desastre no tuvo nada de excepcional en el contexto de la época: ese mismo año los franceses habían tenido que retirarse vergonzosamente ante los británicos en el incidente de Fachoda, los portugueses también habían tenido que ceder ante ellos en 1890, los italianos fueron humillados por nativos en Abisinia en 1896, los griegos sufrieron una dura derrota ante los turcos, China era un Estado dominado por los extranjeros, los rusos fueron severamente derrotados por los japoneses en 1905 y los turcos fueron derrotados por los italianos en 1912, entre otros ejemplos.[26] En resumen, el panorama que se señalaba en ese Decreto del año 1900 era desolador, pues solo consideraba dos buques aptos para la guerra moderna de entonces.Este flujo masivo de capital (equivalente al 25 % del producto interno bruto de un año) ayudó a desarrollar las grandes empresas modernas en España en las industrias del acero, química, financiera, mecánica, textil, astillero y energía eléctrica.El gobierno mantiene ocupado al ejército en África, en Marruecos, donde comparte España la colonización con Francia, llegando a implantar el Protectorado español de Marruecos en 1912; y es que, desde 1908, se venían recrudeciendo los enfrentamientos con determinados sectores tribales de la población marroquí.Fue sustituido por un gobierno conservador dirigido por Francisco Silvela, asistido por Antonio Maura en el Ministerio de Gobernación.Si bien se produjo un gran avance de republicanos (36 diputados) junto a regionalistas y carlistas, con 7 escaños cada uno.En este último apartado se planteó realizar una reforma introduciendo el sistema proporcional, o eliminar las circunscripciones uninominales, proclives al caciquismo; sin embargo, la nueva ley electoral aprobada, si bien introdujo novedades como el voto obligatorio o la introducción de algunos métodos para velar por la pureza del proceso, como la constitución de las Juntas del Censo, en esencia no corrigió las disfunciones del sistema electoral, e incluso, las agravó con el tristemente famoso artículo 29, con el que resultaban electos en forma automática, sin necesidad de votación, los candidatos que se presentaran en solitario.Eso significó el reconocimiento legal a la inveterada costumbre del candidato único, en general afín al gobierno, y común, sobre todo, en las zonas rurales.El gobierno fue presidido por García Prieto, y convocó elecciones en febrero de 1918, caracterizadas por una extraña sinceridad electoral, lo que se tradujo en un resultado incierto.Ese año es asesinado Eduardo Dato en otro atentado anarquista y hasta 1923 hubo trece gobiernos distintos en seis años.Se creó un Directorio Militar con nueve generales y un almirante, cuya finalidad en sus propias palabras era «poner España en orden» para devolverla después a manos civiles.La burguesía catalana vio frustrados sus intentos descentralizadores, con una política aún más centralista que, en materia económica, llegó a favorecer los oligopolios.Defraudados con la monarquía, no tardan en defender un nuevo modelo, desde las letras con hombres como Joaquín Costa, Miguel de Unamuno (que deberá exiliarse en Fuerteventura) o Vicente Blasco Ibáñez cuya pluma será implacable contra Alfonso XIII.
Mapa del África colonial en 1914. Tras la
Conferencia de Berlín
(1884-1885),
Europa se repartió toda África
, con la excepción de
Abisinia
(actual Etiopía) y
Liberia
. Hubo continuas tensiones entre países durante la colonización del continente, visto como muy desfavorable para Italia y Alemania y muy beneficioso para Francia y Reino Unido. Otros países como Portugal, España o Bélgica tenían unas pocas colonias. España se centró en sus territorios africanos tras la pérdida o venta de las últimas posesiones en América y en Oceanía entre 1898 y 1899.