Francisco Pi y Margall

Como intelectual se dedicó esencialmente a la historia, la filosofía y el arte.

Se costeó los estudios dando clases y publicando diversos artículos y haciendo crítica teatral en el diario El Correo, e incluso trabajando en la banca catalana como publicista.

Allí se dedicó al estudio del País Vasco, reflexiones que finalmente fueron publicadas en El Museo Universal bajo el título Historias y costumbres del pueblo vasco.

En Vergara conoció a Petra Arsuaga Goicoechea, vecina de la localidad y con quien mantuvo un breve noviazgo.

Considerados como planteamientos demasiado avanzados para la época, tuvo que pasar un tiempo en prisión.

Durante el Bienio Progresista, el pueblo de Barcelona propuso a Pi y Margall como candidato a diputado en las Cortes de ese año (1854), mas no saldría elegido.

En la segunda vuelta, por pocos votos de diferencia, fue derrotado por el general Prim, miembro del Partido Progresista.

Sus diferencias con los progresistas y con un amplio sector de su partido se fueron acentuando.

En 1856 fundó la revista La Razón, pero la reacción moderada propició la caída de la publicación, tras lo cual se retiró a vivir a Vergara, de donde regresó para trabajar en La Discusión (1857), periódico del que acabó siendo director en 1864.

[12]​ De esa época data su polémica con Castelar sobre la concepción individualista o socialista de la democracia —manteniendo él la segunda— provocando que la mayoría del partido encabezado por José María Orense negara públicamente que los socialistas fueran demócratas.

Mientras se dedicaba a la abogacía, Pi y Margall aprovechó este periodo para ponerse en contacto con los núcleos positivistas liderados por Auguste Comte, lo que le ayudó a matizar su hegelianismo inicial y madurar su ideología revolucionaria, basada en la destrucción de la autoridad para sustituirla por el libre pacto constitutivo de la federación.

En septiembre de 1868, el almirante Topete sublevó a la escuadra en Cádiz; Prim se incorporó desde Gibraltar y llegaron para adherirse los generales confinados en Canarias.

Las guarniciones se fueron sumando a la sublevación y Prim, a bordo de la fragata Zaragoza, iba ganando para la revolución, una tras otra, todas las capitales costeras del litoral mediterráneo.

Dimitió González Bravo y la reina Isabel II nombró presidente del gobierno al general José Gutiérrez de la Concha.

Mientras tanto, Pi y Margall había conseguido grandiosa popularidad en su partido, lo que le llevó a dirigirlo a partir de 1870, lo cual no era una posición fácil, ya que había una gran fragmentación dentro del republicanismo, así como sectores más intransigentes y otros más benévolos, partidarios de colaborar con la nueva situación.

Sin embargo, el programa de Pi y Margall estaba claro y se podía resumir en los siguientes puntos:[13]​ Tras el rechazo de Pi y Margall al nombramiento de Amadeo de Saboya, comenzó para su partido una época inestable ya que sus partidarios debían situarse políticamente en una posición centralista que el Partido Republicano Democrático Federal no pudo ocupar por definición.

Estas medidas fueron muy criticadas por los bakuninistas de la I Internacional, pero alabadas por Friederich Engels.

[14]​ Con la dimisión de Figueras, las Cortes Constituyentes eligieron al nuevo gobierno, en el que Francisco Pi y Margall fue nombrado presidente del Poder Ejecutivo.

Tras su dimisión, las Cortes Constituyentes nombraron presidente a Nicolás Salmerón, teniendo como ministros de confianza a los mismos que tuvo Pi y Margall durante el anterior gobierno.

Se pudo comprobar durante este gobierno el gran trabajo que Pi y Margall había realizado anteriormente como ministro de Gobernación.

Al haber llevado una política austera sin realizar muchos gastos, la República contaba con grandes recursos.

Sin embargo, el proyecto republicano y federalista fue aparcado tanto por Salmerón como por su sucesor Castelar.

Sin embargo, estas medidas excepcionales acabarían facilitando el final de la Primera República.

Después de su dimisión como presidente, Pi y Margall intentó rehacer la alianza centro-izquierda, pero el golpe de Estado a manos del general Pavía frustró la iniciativa.

Dio entonces el golpe de Estado del general Pavía, que en un primer momento ofreció la presidencia del gobierno al dimitido Castelar, que la rechazó sin contemplaciones.

Formó gobierno el general Serrano provisionalmente hasta que la monarquía fue restaurada nombrando como rey a Alfonso XII de la dinastía Borbón.

En esta última etapa de su vida destaca la campaña que, tanto desde las Cortes como desde El nuevo régimen, emprendió a favor de la independencia cubana y en oposición a la guerra contra los Estados Unidos, país que consideraba modelo de democracia republicana y federal.

Avanzada la segunda mitad del siglo XIX, el viejo tronco del liberalismo, en sus ramas moderada y progresista, había ya fracasado en su intento de construir un Estado moderno.

Destacó como historiador, periodista, crítico de arte, filósofo, jurista y economista.

Como político y como intelectual fue de una honradez a toda prueba, incluso elogiada por sus enemigos.

Portada de 1839 del ambicioso proyecto artístico-literario de once volúmenes titulado Recuerdos y bellezas de España .
Pi y Margall en 1869.
Pi y Margall.
Pi y Margall se ve desbordado por el federalismo, representado en figuras infantiles ataviadas con los distintos trajes regionales.
Situación española en 1873-1874. En rojo, la Tercera Guerra Carlista . En amarillo, la Revolución cantonal .
Entrada de las tropas del general Pavía en el Congreso de los Diputados el 3 de enero de 1874. Grabado aparecido en La Ilustración Española y Americana .
El anciano Pi y Margall en 1900.
Sello de correos de la II República dedicado a Francisco Pi y Margall