Desde los doce años asistía a las sesiones de las Cortes del Trienio.
Trabajó con Narváez disolviendo la Milicia nacional, declaró el estado de sitio, disolvió los ayuntamientos, impuso la censura a la prensa para evitar publicaciones tendenciosas por la oposición al trono y contra la adolescente reina Isabel II, y acusó a Olózaga de tratar de intrigar contra ella haciéndole firmar un documento cuando este era presidente del Consejo.
Terminando ese periodo suyo como cabeza del Gobierno, ejerció como diplomático, siendo embajador en Lisboa, donde reforzó las relaciones entre España y Portugal.
La mayoría se oponía a que abdicase en Alfonso, pero la reina deseaba hacerlo.
[6] Procuró tener, para el día en que triunfasen los carlistas, preparadas ya de antemano todas las leyes que se hubieran de dar al Reino.
Según Joaquín de Bolós y Saderra, González Bravo, quien había sido «terror de la revolución» y «árbitro del poder en España», moría tremendamente pobre.
Más adelante fundó el periódico La Legalidad, formando parte de la redacción.
Su esposa era hermana del actor, poeta y declamador Julián Romea Yanguas.