Vivió en el entonces virreinato del Perú sus primeros años, pero en 1821, tras la deposición de su padre en el motín de Aznapuquio, regreso junto a su familia a España.
Luchó en la Primera Guerra Carlista, donde tuvo una actuación destacada sirviendo en el bando cristino y distinguiéndose en la batalla de Cheste.
Fue diputado electo en 1843 sin llegar a tomar su acta por la disolución del parlamento.
Sus traducciones en verso de las epopeyas cultas italianas de Dante Alighieri, Ludovico Ariosto y Torcuato Tasso fueron muy criticadas con harto bajo fundamento, pues pocos o ninguno se atrevieron a emprender y terminar un trabajo semejante y tan difícil, aunque sí se le puede achacar no haber traducido algunas veces expresiones que consideraba atentatorias contra su sentido de la moral o el buen gusto.
Particular éxito conoció la dantesca, que estimó más difícil, pues muchas veces fue reimpresa hasta la actualidad.