Surgió cuando se produjo «el derrumbe del sistema judicial y policial del Antiguo Régimen» como consecuencia de la revolución liberal, pero «este modelo de participación popular en el mantenimiento del orden público desapareció progresivamente durante las décadas siguientes, ante el surgimiento de cuerpos policiales profesionalizados y especializados».
Como ha destacado Álvaro París Martín refiriéndose al Trienio Liberal, «la Milicia Nacional responde a esta doble lógica.
[5] El reglamento aprobado regulaba las prestaciones a las que estaba obligado todo ciudadano, así como la organización de la Milicia.
Cumplían tareas de seguridad, orden y paz en el interior del país.
Estos últimos la quisieron convertir en un instrumento revolucionario, en «la Patria armada», tal como la definió el diputado Juan Romero Alpuente.
El diputado exaltado Ramón Adán la calificaba como «único apoyo de la Constitución», «guarda de nuestras libertades» y «contrapeso único a que podría declinar el ejército».
En el Diccionario de las gentes del mundo (1820) la voz Milicia Nacional era definida tal como la entendían los moderados: «Ciudadanos armados.
Roca en que se estrellan los enemigos de la libertad civil en España.
La fuerza colosal que presenta una nación armada en masa pone a sus individuos al abrigo de las violencias y el pillaje».
En esta última quedaban excluidos aquellos varones entre 18 y 40 años que dependieran de un sueldo y además no era necesario el uniforme pues era suficiente con portar la escarapela nacional como distintivo.
[20] También participó en las campañas contra las partidas realistas ―convirtiéndose en una de sus misiones principales― desempeñando frecuentemente labores represivas contra los absolutistas ―«gente alucinada por los frailes», como les llamaba el periódico exaltado El Eco de Padilla―.
[25] Por otro lado, los milicianos no tuvieron ningún problema en ejercitar la «violencia justiciera» frente a la «contrarrevolución» incluso saltándose los límites constitucionales.
[27][28] Los absolutistas identificaban la Milicia Nacional con el liberalismo y la Revolución y entre ciertos sectores más radicales se llegó a decir que algunos milicianos nacionales se habían infiltrado en el cuerpo de Voluntarios Realistas.
[29] El reclutamiento para esta fuerza al principio estuvo circunscrito a las clases propietarias, pero pronto las necesidades de la guerra contra los carlistas hicieron que la base de reclutamiento se ampliara a las clases medias y bajas.
Alejandro Oliván escribió en 1824: la Milicia «habría sido una institución utilísima si solamente se hubiese compuesto de propietarios» y no hubiese abierto la puerta a «gentes que lejos de interesarse por el orden, no podían medrar sino en el desorden».
Diez años después el marqués de Miraflores sostenía la misma opinión: la Milicia sólo fue útil mientras sus filas estuvieron cerradas «a los proletarios y traficantes de empleos y fortuna».
[30] Pero los progresistas sólo se mantuvieron en el poder dos años (y su Constitución nunca fue promulgada), así que cuando en 1856 el general O'Donnell al frente de la Unión Liberal puso fin al que sería conocido como el bienio progresista promulgó un decreto que disolvía de nuevo la Milicia.
Al año siguiente la Primera República Española creaba el cuerpo de Voluntarios de la República que tomó como base el reglamento aprobado en 1822 por las Cortes del Trienio dominadas por los exaltados.