Ese mismo día se enterró a Maravilla Leal González, muerta con solo veinte años de edad a consecuencia de un supuesto suicidio.
Desde su creación albergó tumbas, panteones y mausoleos dedicados a librepensadores, ateos, sindicalistas, heterodoxos religiosos de la Iglesia Española Reformada, protestantes, masones e incluso judíos, a pesar de la existencia de un recinto propio separado.
Ésta establecía que en los ayuntamientos que fuesen cabeza de partido judicial y en aquellos con más de 600 vecinos se habilitara junto al camposanto católico, otro con entrada independiente para difuntos no católicos.
Siguiendo esta pauta, el Cementerio Civil madrileño daría sepultura y guardaría memoria de liberales, renovadores, inconformistas y personas contrarias al rito católico (tanto por ideología como por confesión), así como de otros sectores de la vida y el pensamiento español, además de masones y protestantes.
Esto provocó un cambio en el estatus funcional del Cementerio Civil, que pasó a ser un espacio histórico.