La realización de las láminas corrió a cargo del dibujante y litógrafo Francisco Javier Parcerisa.
La obra, unión de texto e imagen, intenta rescatar un pasado monumental al mismo tiempo que evoca una visión heroica.
La fe católica que profesaron los puristas catalanes del primer Romanticismo y Piferrer en concreto, encuentran en las obras góticas una unión perfecta de placer estético y expresión del cristianismo, creencias que ya habían formulado en Francia pensadores como Chateaubriand.
La potencia sentimental del texto de Piferrer lo hará convertirse en el estandarte del Romanticismo más exaltado, que da un lugar preeminente al concepto de misterio y a las profundas experiencias religiosas.Este texto muestra la capacidad de Pablo Piferrer para desentrañar el simbolismo del arte medieval.
Así explica como la vertical predominante traduce el sentimiento de elevación hacia el divino, la cruz que forma la planta y la del altar se relacionan con la Trinidad,[2] la robustez del Alta Edad Media era símbolo de la fortaleza de la iglesia como institución y sus interiores eran oscuros para incitar a la oración.