Se limitaron a aceptar el texto de la Comisión [que había elaborado el proyecto] y a aprobar su contenido… El último día de junio la Constitución estaba lista para su promulgación».
[7] «Esta solución permitía a Cánovas no implicarse directa y oficialmente en la decisión de mantener el sufragio universal para las primeras elecciones.
[12] En el Manifiesto, hecho público el 9 de enero,[13] se hacía un llamamiento al consenso:[8]
Gracias a las «maniobras» del ministro de la Gobernación Francisco Romero Robledo —«fueron unas elecciones dirigidas con mano firme desde el Ministerio a través de las autoridades locales, previamente seleccionadas por el gobierno»—[14] las elecciones, en las que hubo una abstención que, según las cifras oficiales,[15] superó el 45 % —el 65 % en las grandes ciudades—[16] depararon una mayoría abrumadora canovista en las Cortes (333 diputados sobre 391)[10][16][17] y los moderados solo obtuvieron doce escaños —«fueron destrozados en las urnas»—[18] por lo que muchos miembros del viejo partido de la época isabelina se unieron al partido de Cánovas.
[26][27][28][29] «Las Cortes se encontraron con el hecho de que su labor no era propiamente constituyente.