El alma más moderada, guiada por el romañolo Andrea Costa (que de una inicial adhesión al anarquismo había pasado progresivamente al socialismo evolucionista), sostenía en su lugar la necesidad de canalizar las energías revolucionarias en una organización partidaria dispuesta a competir en las elecciones.
También se presentó a los comicios el Partido Obrero Italiano de Costantino Lazzari y Giuseppe Croce, pero sin éxito.
Mientras tanto el movimiento obrero se organizaba en formas más complejas como las Federaciones profesionales, Cámaras del Trabajo, etc.
Otros promotores fueron Claudio Treves, Leonida Bissolati, Arcangelo Ghisleri y Enrico Ferri, que procedían de las experiencia del positivismo.
Turati y otros (Camillo Prampolini, Anna Kuliscioff, Rosario Garibaldi Bosco, entre otros) fueron a Génova el 13 de agosto y la tarde de aquel día se reunieron para debatir las propuestas a presentar en el congreso al día siguiente.
Ancona fue confiada al general Baldissera, el cual, asumiendo plenos poderes militares, ordenó arrestos de masas.
A principios de mayo el Ejército abrió fuego en Bagnacavallo y se contaron seis muertos.
El 5 de mayo, durante una asamblea pública delante del Ayuntamiento, los carabineros masacraron a cuatro manifestantes en Sesto Fiorentino.
La corriente maximalista eligió como secretario a Constantino Lazzari y cesó de la dirección del Avanti!
El congreso socialista estuvo marcado por la exaltación de la intransigencia revolucionaria y las burlas contra los reformistas, considerados prácticamente como traidores a la clase obrera.
[22] También destacó la animada postura intervencionista del dirigente socialista trentino y por tanto ciudadano austrohúngaro Cesare Battisti, que posteriormente se ofreció como voluntario al Ejército Italiano, siendo capturado por los austriacos, condenado a muerte por alta traición y ahorcado en el Castillo del Buonconsiglio de Trento.
Así, el 18 de octubre, cambiando explícitamente sus propias posturas originales, Mussolini publicó en la tercera página del Avanti!
Según Mussolini, las organizaciones socialistas habrían debido apoyar la guerra entre las naciones, con la consiguiente distribución de armas al pueblo, para después transformarla en una revolución armada contra el poder burgués.
[25] En las columnas de su nuevo diario Mussolini se embarcó en una vehemente campaña intervencionista durante la cual no dudó en atacar a sus viejos camaradas.
En aquella sesión defendió además las raíces pacifistas del grupo socialista, expresando solidaridad con los compañeros comunistas en la confrontación, según él verdaderos objetivos del Pacto Atlántico, concluyendo con las siguientes palabras: «Hoy hemos escuchado gritar Viva Italia cuando plantearon el problema de la independencia de la Patria.
Pero no sé cuántos de los que exclamaron ese grito hoy estarían realmente dispuestos a tomar las armas para defender la Patria.
Los dos partidos libraron una gran batalla parlamentaria y ciudadana contra la nueva ley electoral mayoritaria de 1953, la denominada Legge truffa.
En los siguientes días, Craxi intensificó sus esfuerzos para favorecer una «solución humanitaria» que permitiese la liberación del estadista democristiano sin entablar una verdadera negociación con el denominado «partido armado», pero trazando como hipótesis un acto unilateral de clemencia del Estado hacia los elementos brigadistas no culpables de asesinatos.
[59] Esto no hizo más que agudizar los conflictos con el PCI, ya manifestados ásperamente en torno a la gestión del caso Moro.
Con consecuencias fatales para la izquierda italiana tras la llegada del Tangentopoli, ya que en las elecciones generales de 1994 llevarían al electorado socialista craxiano, pero también a muchos dirigentes socialistas como Gianni Baget Bozzo, Margherita Boniver, Renato Brunetta, Fabrizio Cicchitto, Franco Frattini y la propia Stefania Craxi, ya imbuidos de anticomunismo y anti-izquierdismo, a abandonar rápidamente el PSI e incorporarse al despliegue del centro-derecha liderado por Silvio Berlusconi.
También hubo quienes lo presentaron como la única alternativa posible mientras se estuviese ante una «democracia bloqueada» por la presencia del mayor partido comunista de Occidente.
Además, los primeros resultados electorales del PSI parecían alentadores, ya que en las elecciones regionales de 1990 lograron un 15,3% como media nacional.
Por tanto, él representaba la izquierda justa para Italia, sólo que tenía la desventaja de ser Craxi.
Los socialistas estaban históricamente del lado correcto, pero se habían transformado en un grupo empresarial aferrado al poder democristiano.
Ottaviano Del Turco desautorizó la posición defensiva de Craxi y rechazó recopilar sus indicaciones sobre algunas cuentas bancarias extranjeras.
El 16 de diciembre se celebró la última Asamblea Nacional del PSI en la que Craxi tomó la palabra.
La corriente que posteriormente se convertiría en PSIUP estaba dividida en su interior entre una más ligada a la tradición del socialismo libertario de ascendencia marxista-luxemburguista (Basso), sectores de extrema izquierda muy críticos con la moderación del PCI (Libertini) y un ala fuertemente unitaria con los comunistas (Tullio Vecchietti e Dario Valori).
Había también una fuerte corriente feminista ante-litteram, que reivindicaba mayores derechos para las mujeres italianas, promovida sobre todo por la revolucionaria rusa Anna Kuliscioff, esposa de Costa.
Después de que el partido fuese reconstituido tras la Segunda Guerra Mundial como Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria, la línea fue sobre todo heredera del viejo reformismo turatiano ya que los ex-maximalistas habían confluido casi todos en el PCI.
[61] La historia del PSI no puede prescindir de la iconografía socialista y su valor simbólico, que fue evolucionando con la misma.