Estas elecciones tuvieron gran repercusión, ya que fueron llamadas las elecciones del sorpasso, debido a la inesperada victoria del Partido Comunista Italiano (PCI), que se convirtió en el primer partido de Italia, consiguiendo más votos y escaños que la Democracia Cristiana (DC), siendo la primera vez desde la elección legislativa de Francia de 1956 que un partido comunista ganaba unas elecciones democráticas a nivel nacional en Europa Occidental y la primera y única vez en Italia y la historia del partido.
La emoción del público por la inesperada muerte de Berlinguer dio una fuerza extraordinaria al PCI y por primera vez en la historia de Italia, los comunistas obtuvieron la victoria a nivel nacional, tras varias décadas quedando en segunda posición.
Sin embargo, dentro de la política interior italiana, el resultado reforzó al gobierno moderado del Partido Socialista y la Democracia Cristiana.
Mientras que los socialistas lograron mantener a su base de votantes, la Democracia Cristiana, la gran derrotada y socio mayoritario del gobierno, mantuvo la alianza con los socialistas para no correr ningún riesgo que pudiera desembocar en una crisis política y posteriores elecciones generales en las que el PCI tuviera posibilidades de ganar.
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