Una variante particular del marxismo ortodoxo fue la representada por el austromarxismo, con sus respectivos representantes como Otto Bauer y Rudolf Hilferding, que durante el período de entreguerras lograron impedir que se constituyese una fuerte corriente marxista revolucionaria en el interior del socialismo austriaco, oscilando entre la reforma social y la revolución.
Los principales portavoces del marxismo ortodoxo fueron en un primer momento Karl Kautsky, August Bebel, Gueorgui Plejánov y Antonio Labriola.
Fueron también llamados marxistas ortodoxos, para diferenciarlos de los reformistas, revolucionarios como Lenin, Rosa Luxemburgo y León Trotski.
Como consecuencia de ello, el leninismo, el trotskismo, el marxismo-leninismo y otras corrientes del socialista consideradas dogmáticas fueron en ocasiones conocidas como doctrinas marxistas ortodoxas.
El maleficio quedaba roto; el sistema saltaba hecho añicos y se le daba de lado.
Ya en 1872, sus adversarios en la Primera Internacional reprochaban a Marx y Engels propugnar un «dogmatismo ortodoxo».
Kautsky y Lenin estaban en desacuerdo sobre la cuestión de si había llegado el momento para una revolución en Rusia.