La Gran Vía es una avenida que forma parte del desarrollo urbanístico de Madrid, su historia comienza con el siglo XX.
[3] El primer tramo hasta la Red de San Luis tardó en acabarse casi cinco años.
La falta de presupuesto, y los cambios políticos, hicieron que estos proyectos urbanísticos quedaran pronto relegados al olvido.
Como dato curioso, aunque ya presente en otras calles similares de ciudades europeas, se puede señalar que Velasco propuso pavimentar la calzada con madera.
El proyecto de Carlos Velasco reunió pronto sus defensores y detractores, su polémica se debatía en todas partes del Madrid decimonónico.
Para J. C. Rueda: «la Gran Vía es, ante todo, la solución ante la que se percibe como apabullante crisis de trabajo en la coyuntura descrita entre 1898 y 1909».
El proyecto inicial de Velasco fue revisado posteriormente por los arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco Octavio.
Cabe destacar que durante el periodo constructivo, los más importantes arquitectos fueron convocados a diseñar los edificios de la nueva avenida.
Los dos primeros tramos se desarrollan en un periodo político de restauración borbónica en España, hasta que en 1931 Alfonso XIII abdica dando lugar a la Segunda República.
Durante la construcción del tercer tramo se produce la Guerra Civil y el periodo de posguerra.
Previo a la construcción y derribo de casas se denominó al primer tramo como Avenida B.
Es un espacio en el que concluyen diversas calles, siendo las más destacadas la de Montera, Hortaleza y Fuencarral.
Su función era la ser un área reservada para un mercado y abrevadero (en su centro había una fuente denominada de los Galápagos).
El segundo tramo fue desde sus inicios afectada por la moda emergente en los años veinte: los centros comerciales como lugares de consumo.
[6] Uno de los primeros locales comerciales en construirse en este tramo es la casa Matesanz (número 27) que en 1923 diseña el arquitecto Antonio Palacios Ramilo.
En sus bajos se encontraba el Café Spiedum famoso en las décadas de los cuarenta y cincuenta por sus terrazas.
[40] El tercer tramo de la Gran Vía se realiza en un Madrid política y socialmente convulso.
La avenida, casi completa en los dos primeros tramos, cambió sus nombres en varias ocasiones durante el conflicto armado.
Madrid tardo casi cuarenta años en ver una avenida unificada, esto ocurre tras el periodo de posguerra.
[46] Se nota que el trazado final no es en línea recta que pensaran José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio, tal y como se supuso al principio al aparecer los problemas en la evolución de su trazado.
[47] Algunos autores americanos (como Ernest Hemingway), al verla acabada la denominan con el apelativo de pequeña Broadway.
[48] Tras la Guerra Civil Española la Gran Vía habría sufrido daños severos por impacto de diversos proyectiles, y estaba completamnete deslucida.
[49] El tercer tramo, a partir del cruce con San Bernardo, era en su mayoría un gran solar devastado.
El director Alejandro Amenábar rueda en 1997 una escena inicial de su película Abre los ojos, en la que muestra una avenida desierta en su tercer tramo.
Se llegó a su momento álgido cuando la Gran Vía poseía trece cines mostrando sus novedades cinematográficas traídas de diferentes partes del mundo.
En el año 1926 se le encargó al arquitecto Luis Gutiérrez Soto, la construcción del edificio que alojará al cinematógrafo en la recién reconfigurada plaza del Callao: Edificio Cine Callao, se construyó en un plazo de ocho meses, durante la primavera y el verano de 1926.
Posteriormente en los años cuarenta se inaugura el Teatro-cinema Lope de Vega (obra de Joaquín y Julián Otamendi contratados por la Compañía Madrileña Urbanizadora) que poseía como nueva característica su gran aforo comparado con los viejos cines anteriores a la guerra.
La Guerra Civil abrió un periodo de letargo, marcado por un carácter donde la autarquía se desenvolvía en una administración netamente centralista.
En el año 2002 se reformó la calzada y las aceras para intentar darle un aspecto homogéneo a la calle.
El acto fue sencillo y se caracterizó por descubrir una maqueta de la Gran Vía en frente del Edificio Metrópolis y una visita a la librería la Casa del Libro en la que se les obsequió un tomo con las obras completas de Miguel Hernández.