Mediante una retícula ortogonal, el plan suponía añadir una corona de terreno a la ciudad por norte, este y sur, ordenando los usos del suelo (residencial, industrial, militar, esparcimiento, agropecuario).
La unidad básica de edificación debía ser la manzana regular, con vértices achaflanados y patios interiores.
Una cuarta parte del Ensanche estaría destinada a plazas, arboledas y jardines públicos.
Finalmente, la ciudad seguía estando limitada por motivos militares y fiscales, pero ya no por una muralla, sino por un foso.
Así, por ejemplo, Cánovas del Castillo impulsó un Real Decreto en 1864 por el que se redujeron los espacios verdes al 30 o 20%, permitiendo que los espacios libres de las manzanas se convirtieran en calles particulares.