Las únicas casas equipadas con una cocina y una chimenea eran las de los nobles o señores feudales.
Otro factor histórico nacional, pero del cual no podemos desligarnos, es el de la Revolución francesa (1789-1799).
En un contexto de monarquía absoluta donde no había lugar para movimientos sociales, el comercio estaba muy regulado, aumentaban constantemente precios e impuestos y la burguesía no contaba con acceso a ningún tipo de decisión, el caos era inminente.
Luis XVI se ve obligado a abandonar el Palacio de Versalles aceptando la Soberanía Nacional.
Más allá del contento social por lo logrado, la crisis económica y política era tal que era imposible establecer el orden.
Así es como toma lugar la burguesía comercial, siendo esta la única con derecho a voto, y asume Luis Felipe I.
De todos modos, una nueva revuelta impidió que se pueda llevar a cabo.
Luego demolía los inmuebles y construía los nuevos ejes con todos sus equipamientos urbanos (agua, gas, desagües).
Este sistema permitió dedicar cada año a los trabajos una suma dos veces más elevada que el propio presupuesto municipal.
La red de las arterias haussmannianas y post-haussmannianas constituye, todavía hoy, la osatura del tejido urbano parisina.
En cuanto a la rue de Rennes, que debía llegar al Sena, nunca será terminada.
Ensancha los grandes bulevares y construye o planifica nuevos ejes de gran gálibo, como el bulevar Richard-Lenoir.
En la orilla izquierda, como los «boulevards du midi» [mediodía], que pasan por la plaza de Italia, la plaza Denfert-Rochereau y Montparnasse estaban demasiado alejados del centro, la idea de otra vía que atravesase en dirección este-oeste se impuso.
Otros ejes como el boulevard Malesherbes o incluso los bulevares Barbès y Ornano, ambos hacia la Gare du Nord, permitieron atravesar los arrondissements externos en dirección al centro.
Haussmann hizo construir la estación de Lyon en 1855 por François-Alexis Cendrier y la Gare du Nord en 1865 par Jacques Hittorff.
Soñaba con interconectar las estaciones parisinas por vías férreas entre sí, pero debió contentarse con facilitar su acceso conectándolas con ejes importantes.
Una segunda red, consagrada al agua no potable, también sacaba el agua del Ourcq y del Sena para la limpieza de las calles y el riego de los espacios verdes.
Estas dos redes, extensas y perfeccionadas en el curso de las épocas siguientes, siguen en uso hoy en día.
En 1850, confió una concesión a una compañía única, la Compagnie parisienne du gaz[13] conservando siempre el control de los precios.
El industrial y químico Payen advertía: Al mismo tiempo, Haussmann confió a Davioud la realización del mobiliario urbano que todavía está presente hoy en las aceras y los jardines de la capital.
El parque Monceau, antigua propiedad de la familia 'Orléans, fue en parte dividido en lotes y construido.
Louis Lazare muestra que los trabajos habían eliminado 57 calles o pasajes, 2227 casas demolidas hasta el suelo y más de 25 000 habitantes, casi todos obreros, obligados a abandonar el centro de la ciudad fueron empujados hacia las afueras.
La población se marchó predominantemente a los barrios vecinos del antiguo muro d'octroi, principalmente hacia los faubourgs du Temple, Saint-Antoine y Saint-Marceau[15] sino también en los suburbios, principalmente en las comunas de Belleville, Ménilmontant, Charonne, Ternes, Montrouge, Vaugirard et Grenelle.
Artistas y arquitectos como Charles Garnier denunciaron la monotonía sofocante de esta arquitectura monumental.
Haussmann no puede actuar como lo harán los urbanistas barrocos sino que su acción es un continuo estímulo y coordinación de las múltiples fuerzas que actúan de modo siempre variable sobre la formación urbana.
Por otra parte las críticas denunciaron, desde los años 1850, los efectos que las renovaciones tenían sobre la composición social de París.
Además los parisinos soportaban ya mal las obras que paralizaban la ciudad desde hacía casi más de veinte años.
El «haussmannianismo» no se contentó solamente con trazar calles y crear los equipamientos adecuados.
El inmueble no era autónomo y debía contribuir a un paisaje urbano unificado con los otros edificios apoyados en las nuevas aperturas.
Pero no habiendo intervenido más que puntualmente sobre los barrios antiguos, quedaban aún zonas insalubres, lo que explica el resurgir de las ideas higienistas en el siglo siguiente, y después la radicalidad de algunos urbanistas del siglo XX.