A principios de julio se palpaba como inminente la sublevación, y aunque se desconocía la fecha exacta, tras el asesinato de José Calvo Sotelo el día 13 ya quedó claro que ésta no tardaría en producirse.
El viernes 17 de julio por la tarde comenzó la sublevación en Melilla (y con esta ciudad, todo el Marruecos español).
La Guardia Civil estaba a cargo del general Sebastián Pozas Perea y del general José Sanjurjo y Rodríguez de Arias, como subordinado, ambos militares leales a la República.
[3] Mola había diseñado el plan para Madrid confiando sólo en tres generales: general Fanjul, García de la Herrán y Villegas, y a cada uno se le había dado un cometido específico para el día 19.
Las primeras noticias de la sublevación en África llegan a Madrid por la tarde-noche del 17, y el Gobierno desarrolla una actividad febril.
[cita requerida] Ese mismo día 19 dimite Martínez Barrio, presionado por diversos estamentos.
Además, faltaba el nervio de la conspiración madrileña, el coronel Galarza, El Técnico y coordinador del plan, que había sido arrestado.
Justo en esos instantes se interrumpió la comunicación al ser intervenidas por el Gobierno.
El teniente Rodrigo Gil, jefe del Parque de Artillería, ya había repartido 5000 fusiles con dotación completa.
Ante el requerimiento oficial, se negó rotundamente y la Dirección General de Seguridad cortó las comunicaciones del cuartel.
[10] El general Fanjul llegó al cuartel la misma tarde del 19 de julio.
Este era un gran edificio de planta irregular, situado al oeste de Madrid, que dominaba el valle del río Manzanares, y estaba al mando del coronel Moises Serra.
[11] Luego los rebeldes intentaron lanzarse a las calles de la capital, pero para entonces ya se había reunido ante las puertas del cuartel una multitud.
[12] Unos minutos más tarde apareció una bandera blanca en una de las ventanas que daban a la calle Ferraz y la multitud avanzó hacia el edificio para recibir la esperada rendición.
[13] Por otro lado, un gigantesco miliciano se creyó en el deber de arrojar, uno tras otro, a los oficiales desarmados, que gritaban de terror, desde la galería más alta del cuartel a la desenfrenada masa que se acumulaba en el patio principal.
Unos 12 oficiales sobrevivieron al linchamiento y otros 14 fueron hechos prisioneros, siendo enviados a la Cárcel Modelo.
[15] El capitán Miguel Melero Blanco tuvo un importante rol en el aplastamiento de los rebeldes en Carabanchel.
Las fuerzas del regimiento de trasmisiones lograron alcanzar la zona controlada por los sublevados.
[18] Sin embargo, los sublevados no tomaron ningún acción concreta ni tampoco organizaron la defensa de la localidad.
[21] Puigdengolas, sin embargo, no logró evitar que se produjeran desórdenes y quema de iglesias por la multitud exaltada.