En sus primeras décadas, la extensión territorial del reino se limitó a los territorios de la cornisa cantábrica y sus comarcas adyacentes.
Con posterioridad, los reyes asturianos iniciaron una vigorosa expansión que a principios del siglo X alcanzó el río Duero.
[6][7] En cualquier caso y dejando a un lado los detalles relativos a las fronteras entre las diferentes etnias cantábricas, el propio Estrabón señalaba en su Geographia que durante la época romana, todos los pueblos del norte de España, desde los galaicos hasta los vascones, tenían una cultura y unas formas de vida similares.
En este sentido, dichos especialistas han descubierto en La Carisa dos niveles arqueológicos diferentes, uno de los cuales corresponde a las guerras cántabras y el segundo al periodo 675–725, en el que tuvieron lugar la expedición del rey visigodo Wamba contra los astures y la conquista de Asturias por Muza.
En esta última ciudad situó a un pequeño destacamento bereber al mando de un gobernador, Munuza, cuya misión debía consistir en consolidar el dominio musulmán sobre Asturias.
[16] La Crónica Mozárabe, única crónica casi contemporánea y probablemente con menos intereses creados en los hechos, pasa por alto cualquier mención al incidente dando peso a la "teoría indigenista", según la cual aquellas estructuras sociales nativas no diferían mucho de las encontradas por los romanos o los visigodos a su llegada y quienes relataron la guerra de guerrilla empleada por los lugareños.
La crónica Albeldense narra como Alfonso llegó al reino en algún momento posterior a la batalla de Covadonga para contraer matrimonio con Ermesinda.
[23] Por lo demás, las campañas de los reyes Alfonso I y Fruela en valle del Duero no debían ser muy diferentes a las razias que los astures realizaban por la misma zona en época prerromana.
Sin embargo, esas mismas fuentes escritas permiten decir que durante esos años se produjeron relevantes y decisivas transformaciones en lo relativo a las cuestiones internas del reino asturiano.
En primer lugar, fue en esos años cuando se constata la primera rebelión interna astur protagonizada por el propio Mauregato, que expulsó del trono a Alfonso II de Asturias.
Aun así, se expande, y aparece el prerrománico asturiano, dando lugar a joyas de la arquitectura medieval europea.
Establece relaciones estrechas con el Reino de Pamplona, ayudando posiblemente a la liberación del rey García Íñiguez secuestrado por los normandos.
Desde la segunda mitad del siglo VIII estas regiones pasaron a ser progresivamente absorbidas por el Reino de Asturias.
[h] En todas estas comarcas, se han preservado hasta la actualidad modalidades lingüísticas asturleonesas y rasgos culturales que son muy próximos a los asturianos.
En décadas posteriores Vímara Pérez, vasallo de Alfonso III, llegó hasta Oporto (tomada en 868) sentando las bases del Condado Portucalense que más tarde daría lugar a Portugal.
Sobre esta población originaria se fue asentando una oleada migratoria procedente del área cántabro-pirenaica, que venía integrada fundamentalmente por clanes pertenecientes a dos pueblos diferentes: Los cántabros y los vascones.
Sin embargo, la colonización más intensa fue la que se llevó a cabo en el valle alto-medio del río Ebro, en las actuales provincias de Burgos y La Rioja.
Algunos autores, como el lingüista Koldo Mitxelena, consideran que dichos pueblos hablaban una lengua antepasada del vasco actual.
En cualquier caso, lo cierto es que la lengua vasca nunca sobrepasó el límite del río Nervión en la época de la Monarquía Asturiana.
El reino tenía una economía de subsistencia puramente agrícola y ganadera, eminentemente rural, con Oviedo como único núcleo urbano en la actual Asturias[40].
Sin embargo, había una serie de ciudades importantes en las demás partes del reino, como Braga, Lugo, Astorga, León, Zamora.
También hay ciertas influencias autóctonas, puramente astures, y en este sentido en algunos monumentos prerrománicos, como San Miguel de Lillo, pueden observarse medallones en los que aparecen grabados motivos paganos como la hexapétala o la espiral solar, tan comunes en las estelas astures y que aún hoy se siguen empleando para decorar los hórreos asturianos.
Como en muchos otros lugares (aunque quizá aquí en mayor medida), pervivieron en las creencias populares coexistiendo sincréticamente con la nueva religión.
Esta terminología contrasta con la que encontramos en los textos cristianos más comunes, donde se suele designar a los sacerdotes con el término presbyterus (del griego Πρεσβυτερος, 'hermano mayor').
Beato se basó para confeccionarlo en los datos proporcionados por San Isidoro de Sevilla, Ptolomeo y las Sagradas Escrituras.
Impresionado por este fenómeno, Pelayo se presentó ante el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, que acudió al lugar con su séquito.
Son evidentes los paralelismos entre estas leyendas y las que rodean las figuras de otros héroes medievales europeos como Barbarroja o el Rey Arturo.
Verdaderamente también se emplea el término Gallaecia (en el caso de las fuentes cristianas) y Yilliqiyya (en el caso arábigo) para referirse al territorio del Reino de Asturias, así como a los reyes asturianos "Rex Gallaecia".Gallaecia/ Yilliqiyya corresponden con Gallaecia, un territorio sin nombre romance al haber desaparecido como realidad político-administrativa ya en la Alta Edad Media,[77][113][114] [115]pero cuyas fronteras coincidían, aproximadamente, con aquellas del ámbito expansionista del Reino Astur[116][115].
Por ello, en las últimas décadas el consenso medievalista consiste en evitar dichas traducciones simplistas, y explicar la terminología de la manera más exacta posible[117][122][120].
Así, las crónicas del mundo cristiano suelen tener un carácter novelesco e incluso bíblico, pues lo importante era el mensaje transmitido y no los hechos detallados en sí.