El condado de Aragón fue un estado que se originó a principios del siglo IX d. C. en una franja montañosa en el Pirineo central que comprendía los valles de Ansó, Hecho y Aragón.
Estos títulos irán unidos hasta el año 1035 en que el testamento de Sancho el Mayor, divide estas tierras entre sus hijos.
Al norte, en un territorio montañoso delimitado por el cauce del río Aragón y Aragón Subordán, más concretamente entre los valles de Ansó, Hecho y Canfranc, surge Aragón a principios del siglo IX como un territorio fronterizo regido por Aureolo, un conde oriundo de la región nombrado personalmente por el emperador, éste falleció en 809.
Aureolo fue sucedido por Aznar Galíndez I bajo la protección de Carlomagno, para, en 828 lograr el caudillo autóctono la independencia al titularse ese año «conde de Aragón», iniciando una dinastía que, en esta primera mitad del siglo IX d. C., extendió su dominio sobre los valles de Tena y Aurín, y también sobre la cuenca alta del Gállego.
Encontró San Eulogio en este cenobio obras de tradición grecolatina que no habían sido conservadas en la Córdoba del Califato.
Durante los siglos IX y X en Aragón se desarrollaron varios conjuntos monásticos que incorporaban a sus dominios territorios de notable extensión.
La población vivía en pequeñas aldeas e incluso en viviendas aisladas, así como al abrigo de fortalezas y monasterios.
Conforme la pujanza bélica se acrecienta, surgen señores que dominan castillos y poblaciones amuralladas, dando origen a una jerarquía social de carácter típicamente feudal.
No se puede hablar de establecimientos urbanos en los siglos IX y X.