En esta iglesia, cuya patrona era Gala Placidia (muerta en 450), las parejas de cámaras rectangulares que flanqueaban el ábside, accesibles solamente desde cada nave lateral, se han interpretado como parejas de bibliotecas (latinas y griegas) y, quizá, como scriptoria.[4] Cuando las bibliotecas y scriptoria monásticas surgieron a comienzos del siglo VI (los primeros escritos monásticos europeos datan del año 517), definieron la cultura literaria europea y preservaron selectivamente la historia literaria de Occidente.A comienzos del siglo XIII, la producción manuscrita monástica entró en declive, pues los copistas particulares se reciclaron para escribir para los laicos.Casiodoro estableció una biblioteca donde, al final del Imperio Romano, intentó hacer aprender griego a los lectores en latín y preservar textos tanto sagrados como profanos para las generaciones futuras.Al final, sin embargo, la biblioteca de Vivarium fue dispersada y perdida, aunque estuvo activa hasta aproximadamente el año 630.San Jerónimo mostró que los productos del scriptorium podrían ser una fuente de ingresos para la comunidad monástica, aunque Benedicto con cautela indicó que «si hay trabajadores expertos en el monasterio, déjeseles trabajar en su arte con toda humildad».[10] En los primitivos monasterios benedictinos, las habitaciones para escribir eran en realidad un corredor abierto al patio central del claustro.De hecho, cada celda estaba equipada como habitación a tal efecto, con pergaminos, pluma, tintero y regla.[15] La vida monástica en la Edad Media estaba estrictamente centrada en la oración y en el trabajo manual.Cuando los monjes copiaban estos textos, Casiodoro los animaba a que los enmendasen gramatical y estilísticamente.[22] Sin embargo, en el original, Benito utiliza la palabra «condatur», que puede ser traducida tanto por almacén como por componer o escribir, con lo que sus intenciones respecto de la producción de manuscritos resultan ambiguas.Trithemius defiende que la copia de textos es central para el modelo educativo monástico, argumentando que la transcripción posibilita al monje contemplar con mayor profundidad el texto y acceder a una mejor comprensión del mismo.Sin embargo, sigue diciendo, la obra del escriba, hecha en pergamino, perdurará.Un prior se quejaba al respecto en el siglo X del daño que provocaba en los ojos, la espalda y en el cuerpo entero.Hacia el siglo X el armarius tenía también funciones litúrgicas, por ejemplo, cantar el octavo responsorio, sostener el farol mientras el abad leía y aprobar todo el material que fuese a ser leído en voz alta en la iglesia, la sala capitular y en el refectorio.[27] Cuando servía como armarius en Vivarium, c. 540-548, Casiodoro escribió un comentario sobre los Salmos titulado Expositio Psalmorum como una introducción a los mismos para los interesados en entrar en la comunidad monástica.
Scriptorium
del monasterio mozárabe de San Salvador de Tábara (S. X).